Capítulo 131: Náusea
Los dedos de Teodoro repentinamente ejercieron fuerza, casi arrancando mechones del cabello de Roy.
La miró con una expresión caprichosa, sus músculos faciales crispándose y su respiración ligeramente agitada. Sus instintos le urgían a lastimarla, a alejarla, pero sus emociones caóticas insistían en enfocarse en su rostro pálido y sus heridas grotescas.
Al final, simplemente la soltó, permitiendo que los húmedos mechones de cabello se deslizaran entre sus dedos.
—Estoy muy decepcionado —dijo—. Originalmente pensé que tenías suficiente racionalidad para juzgar tu situación actual, para buscar ventajas y evitar daños, para protegerte. Pero tu comportamiento actual no es diferente al de una lunática insensata.
Roy pareció no escuchar esta evaluación y recogió los vendajes en la canasta de bambú para curar sus heridas por sí misma. Como nadie la ayudaba, los envolvió desordenadamente, con sudor brotando de su frente.
Teodoro seguía observándola.
Observando su cuerpo delgado y frágil, los omóplatos como mariposas, y la línea de la columna vertebral que se extendía hasta su cintura y caderas. Se veía tan delgada, tan vulnerable, como si cualquier cosa pudiera romperla y convertirla en polvo.
Sin embargo, también era desconocida, llena de agresividad, fría e insondable.
—Dentro de tres días, la Corte de la Iglesia iniciará un juicio contra ti.
El tono de Teodoro carecía de emoción:
—Considerando la opinión pública, el juicio se llevará a cabo en la Torre del Sacrificio de Luz, grabado en su totalidad. Debes jurar ante los ojos de Dios que no has traicionado la luz. No dudes de la participación de nadie, aquellos que han estudiado Magia Negra ya no están protegidos por la luz, tu juramento eventualmente se volverá en tu contra, y ese espectáculo es la mejor evidencia.
—Muchos presenciarán el resultado de este juicio personalmente. Todos tus amigos y familiares estarán presentes, y después de que seas condenada, ellos también tendrán que arrepentirse, confesar y ser rebautizados.
Roy, dando la espalda a Teodoro, se puso lentamente su vestido.
Su largo cabello tenía un color moteado, variando en tonalidades, luciendo desaliñado. Pero Teodoro no notó este detalle, pensando solo que se debía a la luz y la humedad.
—¿Tienes algo más que decir?
Albergaba una sutil esperanza y malicia. —Siendo acusada de ser una bruja, de asesinar a Frank, y teniendo la sospecha de intentar contaminar la sangre real, pronto serás atada a la hoguera en la plaza, permitiendo que todos los civiles observen. Antes de eso, recibirán una piedra de proyección para confirmar la justicia del juicio y el castigo.
—Cuando mueras, tu familia no escapará ilesa.
—La Academia de Magia Similan ya no te reconoce como la mejor estudiante en los últimos años, los maestros que te enseñaron deben ser examinados, tu Orden de Caballería, lo siento, tal agrupación frívola es simplemente evidencia de que algunas familias no han educado adecuadamente a sus hijos. Sus padres y ancianos se ocuparán de ellos.
—Y tú, Roy Derek, antes de convertirte en cenizas y humo, antes de convertirte en una broma que Valtorre se avergüenza de mencionar, dime, ¿tienes algo más que decir?
Roy levantó la mirada, contemplando la tenue fuente de luz fuera de los barrotes de hierro.
Una mota de oro flotante brilló en sus ojos. —¿Qué decir?
Poco a poco comenzó a sonreír, como una joven despreocupada y arrogante, hablando con naturalidad. —Ah, de hecho hay una cosa que siempre olvidé decirte. Theo, ¿alguna vez has notado? Desde que bebiste ese café endulzado, después de la intoxicación alimentaria, cada vez que te veo, yo también llevo guantes.
De encaje, de cuero, largos, cortos.
—Theo no está dispuesto a tocar a la ‘mancillada’ de mí, pero ¿alguna vez has pensado que yo tampoco quiero tocarte?
Roy se dio la vuelta, sonriendo a Teodoro. Sus labios carmesí se encontraron mientras pronunciaba palabras despreocupadas.
—Tocarte, abrazarte, respirar el mismo aire que tú, todo me hace sentir enferma.
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