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Capítulo 752: Gracias @aaaninja por el coche de lujo

Treinta días habían pasado desde que Kent comenzó el ritual para invocar al Dios de Tres Fases. La energía que una vez vibrante rodeaba a la Montaña del Diablo se había apagado, reemplazada por un silencio escalofriante.

Kent permanecía resuelto, de pie sobre una pierna, cantando las escrituras que flotaban ante él. Las hojas doradas de los textos sagrados se giraban por sí solas, pero los cielos permanecían en silencio. No había llegado ninguna respuesta divina.

Faltaban tres días para la luna de sangre…

Mientras tanto, en las profundas cámaras oscuras del Castillo Demonio, el Señor Demonio Phillip se sentaba en su grotesco trono, hecho de miles de huesos torcidos y petrificados. Su dragón de hueso fantasmal, con sus cuatro enormes alas plegadas como un manto sombrío, descansaba a su lado.

Informes de sus espías acababan de llegar, susurrando el lamentable estado de los llamados guerreros de los Nueve Reinos. Phillip estalló en carcajadas, su voz gutural sacudiendo todo el castillo.

—¡Jajajajaja! ¿Se han reunido todos en la Montaña del Diablo? ¡Tontos! Han sellado su propio destino encerrándose en su propio campo de muerte —se burló, girando una copa de vino oscuro de sangre.

Los generales a su alrededor rieron, sus diversas formas demoníacas parpadeando en la tenue luz de las antorchas.

—Deben pensar que sus bonitos hechizos y tesoros nos detendrán —dijo el General Raktapan, sus seis brazos ensangrentados cruzados sobre su pecho.

—Señor Phillip —otro demonio se arrodilló, su único ojo cíclope brillando en rojo—, incluso si el dios de la guerra les concede ayuda, ¿realmente cree que tendrán una oportunidad contra nuestro ejército de sesenta y nueve millones de demonios?

La sonrisa de Phillip se ensanchó en una cruel mueca.

—El dios de la guerra no se atreverá. No he visto más que desesperación. Están reuniendo sus fuerzas como corderos en un corral, esperando la masacre. Que vengan —dijo, levantando su copa—. Porque en tres días, la Luna de Sangre se alzará, y cuando lo haga, descenderemos sobre ellos como una tormenta de muerte.

Sin embargo, a pesar de su bravata, aún quedaba algo desconocido para él: la verdadera razón de la ausencia de Kent. No tenía idea de que Kent estaba intentando encontrar un camino al Mundo Espiritual, para llevarse a todo el ejército antes de que la Luna de Sangre se alzara. La ironía no le alcanzaba, pero el tiempo se agotaba.

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De vuelta en la Montaña del Diablo, los ejércitos de los Nueve Reinos estaban inquietos. Las banderas de diferentes facciones ondeaban en el viento mientras los guerreros afilaban sus armas y practicaban sus hechizos.

Entre ellos estaban los dragones del clan Zi, feroces hechiceras de los Trece Ancianos, prisioneros de guerra convertidos en guerreros endurecidos por la batalla, y magos que una vez sirvieron a la Asociación de los 9 Reinos pero ahora prometían su lealtad a Kent.

Sin embargo, todos tenían algo en común: una ansiosa anticipación para ver a su comandante emerger de la sombra y liderarlos en la batalla.

Poco sabían ellos que Kent no se estaba preparando para la guerra. Se estaba preparando para abandonar completamente el campo de batalla.

Valle de la Montaña del Diablo… Cerca del Sitio del Ritual…

Aunque el ídolo del Dios de Tres Fases permanecía inmóvil, algo más estaba despertando. En lo profundo del corazón de la Montaña del Diablo, una presencia olvidada hace mucho comenzaba a agitarse.

La tumba de un ser antiguo, sellada dentro del núcleo de la montaña, temblaba mientras el ritual de Kent enviaba vibraciones a través de la tierra. Las escrituras que recitaba, destinadas a invocar a un dios, resonaban en cambio con la entidad dormida enterrada bajo la montaña. Era como si las oraciones de Kent llamaran a la puerta equivocada.

Un viento helado recorrió la montaña mientras la atmósfera se espesaba con un peso inexplicable. Los vientos una vez caóticos alrededor de la Montaña del Diablo se habían calmado, las nubes oscuras sobre la cabeza ya no giraban sin rumbo, sino que formaban una extraña espiral sobre Kent.

La propia montaña, que había sido un faro de corrupción durante siglos, estaba sufriendo una transformación irreversible.

Las bestias que siempre acechaban en las sombras, panteras espectrales, simios de un solo ojo y ciervos de seis cuernos, todas se reunieron en la base del acantilado donde Kent realizaba su ritual. Sus ojos brillantes se fijaron en él como si fueran atraídos por una fuerza que no comprendían. Incluso los seres mágicos de la montaña, usualmente hostiles y salvajes, permanecían en un silencio inquietante, observándolo con una mirada casi reverente.

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Aun así, Kent permanecía ajeno a estos cambios. Su mente estaba enfocada únicamente en completar el ritual. Estaba rodeado por un aura de paz caótica, un estado paradójico donde destrucción y armonía se entrelazaban. Las escrituras doradas que flotaban ante él brillaban débilmente, cada verso cargando el peso de una era.

Pero en el corazón de la Montaña del Diablo, algo mucho más antiguo que Kent, más antiguo que los Nueve Reinos, comenzaba a agitarse.

—Pasó la noche, y el sol salió en el trigésimo tercer día, el último día del ritual.

El corazón de Kent latía contra su pecho. Si hoy pasaba sin una respuesta, entonces la Luna de Sangre se alzaría, y el destino de los Nueve Reinos estaría sellado. Lo sabía. Había sido advertido. El fracaso no era una opción.

Apretando los dientes, Kent aumentó la intensidad de su canto, su voz sacudiendo el suelo bajo él. El sudor goteaba de su frente mientras se desplazaba a una posición prohibida: de pie sobre su cabeza, equilibrando todo su peso sobre un solo punto de una roca dentada. El mismo acto era considerado un insulto a los dioses, un gesto de desafío y desesperación a la vez.

La energía a su alrededor crepitaba violentamente, brasas doradas danzando en el aire mientras la montaña parecía resistir sus esfuerzos.

De repente, Kent sintió una presencia.

No de los cielos. No de las escrituras.

Sino de la distancia.

Abriendo los ojos ligeramente, vio a un anciano de pie al borde del sitio del ritual, mirándolo con una sonrisa divertida.

La figura era antigua y, sin embargo, irradiaba una inexplicable juventud. Su cabello, atado en un moño alto como una pagoda enrollada, brillaba como seda plateada. Su barba, larga y fluida, bajaba hasta su pecho desnudo. Su piel, intocada por el tiempo, brillaba como el sol de la mañana. Y aunque no vestía más que ropas simples, su sola presencia imponía una autoridad más allá de cualquier ser mortal.

Su mirada se fijó en la de Kent con una mueca de conocimiento. No habló, ni se acercó. Simplemente se quedó allí, observando, esperando.

Kent, aún balanceado al revés, frunció el ceño. ¿Podría ser este el Dios de Tres Fases? ¿O era alguien más?

El anciano se rió suavemente, su voz como el susurro del tiempo mismo. Levantó una sola mano y trazó algo en el aire: un patrón brillante e intrincado que se asemejaba al ciclo cósmico de creación y destrucción.

Un profundo silencio cayó sobre la montaña. Las bestias que observaban desde abajo se arrodillaron. Los cielos arriba se calmaron. El aire mismo se volvió espeso con anticipación.

Luego, con una voz tan antigua como el mundo mismo, el anciano finalmente habló:

—Has llamado, y he venido. Veamos si eres digno.

Una luz dorada surgió detrás de él, y con eso, la montaña tembló una vez más.

Kent respiró hondo, sabiendo que había despertado algo peligroso.

—Nota: 2 Capítulo adicional serán lanzados mañana. Agradezcan a “aaaninja” en el chat chicos.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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