Capítulo 178: Capítulo 178 Capítulo 178: Capítulo 178 Al día siguiente, Kimberly había liberado a Theo con sus poderes inconcebibles.
Theo se mantenía erguido al lado de Kimberly, una postura firme, su mirada aguda mientras observaba a Steve, quien estaba siendo escoltado a la habitación por la doctora Ashley, su amiga.
Las manos de Steve estaban atadas detrás de él, pero su rostro mostraba desafío, sus ojos escaneaban la habitación como si aún tuviera algún control sobre la situación.
Kimberly dio un paso adelante, sus penetrantes ojos fijos en los de él, exigiendo la verdad.
—Has estado actuando como si tuvieras el poder de tomar las decisiones aquí. Ahora, déjame darte una última oportunidad… ¿Quién te envió y por qué fuiste tras Theo? —La voz de Kimberly era tranquila, pero llevaba una intensidad aterradora, haciendo que el aire a su alrededor se sintiera pesado.
Sin embargo, Steve soltó una leve carcajada, negando con la cabeza.
—¿Crees que presentarte con unos poderes insignificantes me hará hablar contigo? ¿Por qué no me haces hablar con tus poderes o, mejor aún, me matas? —Su voz destilaba arrogancia, pero en su interior, estaba calculando.
Había visto de lo que Kimberly era capaz, y eso solo le provocaba una sensación incómoda que se arrastraba por su espina dorsal. Aun así, se negaba a mostrar debilidad.
Kimberly exhaló lentamente, su mirada nunca abandonaba la de él.
—Sí, tengo el poder de leer tu mente… Pero quiero darte el beneficio de la duda para que te redimas. —Hizo una pausa antes de continuar—. Katherina te envió.
La compostura de Steve se resquebrajó, su respiración se entrecortó levemente.
Sus ojos se abrieron lo suficiente como para que Kimberly lo notara, aunque rápidamente disimuló su reacción.
Su mente corría. *¿Cómo sabe ella?* Tragó saliva con dificultad, intentando mantener su fachada de indiferencia.
Theo, que había permanecido en silencio, de repente se movió. Sus pasos eran deliberados, su presencia imponente mientras se detenía justo enfrente de Steve.
Inclinándose levemente para encontrarse con la mirada de Steve, habló, su voz baja y controlada.
—Dijiste algo sobre que mi sangre era especial… ¿A qué te refieres con eso? —Su pregunta tenía peso, su mirada helada penetraba en Steve.
Steve sonrió con ironía, aunque no había diversión en su expresión.
—No sé de qué hablas. Puedes descubrirlo tú mismo. —Su voz estaba llena de desafío, pero había un atisbo de hesitación en sus ojos.
*No puedo dejar que piensen que soy débil… Necesito mantenerme fuerte. No parecen del tipo que me matarían de inmediato. Todavía tengo una oportunidad.* Steve pensaba para sí mismo, intentando mantener su mente de desbocarse.
Kimberly inclinó levemente la cabeza, impasible ante su resistencia.
—Entonces no me dejas otra opción que hacer lo impensable para hacerte hablar. —Su voz era firme, pero había una frialdad final en su tono que enviaba un escalofrío por la habitación.
Ashley, que había estado en silencio hasta ahora, de repente dio un paso adelante, su voz llena de urgencia.
—Por favor, ayúdenlo… Está muy enfermo. —Suplicaba, sus ojos llenos de desesperación.
Steve inmediatamente se giró hacia ella con una mirada feroz. —¡Ashley, no! ¡No digas nada! —espetó, pero Ashley fue inflexible.
—No te dejes engañar por la arrogancia de Steve… Está enfermo y necesita ayuda —la voz de Ashley temblaba, pero continuó,
sus manos temblorosas mientras se arrodillaba ante Kimberly. —He visto lo que puedes hacer. Por favor, cúralo.
Kimberly y Theo intercambiaron miradas, ambos ligeramente sorprendidos por el arrebato de Ashley.
Por primera vez, Steve parecía genuinamente incómodo. Se movía inquieto, su mandíbula se tensaba al girarse.
Kimberly dio un paso lento hacia adelante hasta estar directamente frente a Steve. —Dame tus manos —su voz no dejaba lugar a dudas.
Steve dudó por un segundo, pero su cuerpo se movió involuntariamente. Lentamente, extendió ambas manos, palmas hacia arriba, hacia Kimberly.
En el momento en que sus manos se tocaron, Kimberly cerró los ojos, y una sensación extraña recorrió el cuerpo de Steve.
No era dolorosa, pero era abrumadora, como una fuerza invisible desbloqueando algo enterrado en su interior.
Sus ojos de repente se abrieron, brillando débilmente al hablar.
—No estás enfermo, y si hay alguna enfermedad dentro de ti, es porque te niegas a aceptar quién eres —el aliento de Steve se entrecortó. Sentía algo dentro de él agitarse, algo ajeno pero extrañamente familiar. Su pulso se aceleraba mientras las palabras de ella resonaban en su mente.
¿Negarme a aceptar quién soy? ¿Qué diablos significa eso? —pensó Steve.
El ceño de Theo se fruncía. —¿Qué quieres decir, Kim? —su voz era cautelosa, pero la curiosidad teñía su tono.
Kimberly exhaló profundamente, girando su mirada hacia Theo. —Él es como nosotros… Pero está luchando contra ello en lugar de aprender a ser fuerte.
Los ojos de Ashley se abrieron en shock, sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba procesar las palabras de Kimberly.
—Espera, ¿qué? —ella miraba entre Steve y Kimberly, esperando haber oído mal.
El cuerpo de Steve se tensó. Intentó retroceder, pero sus piernas se sentían pesadas, como si una fuerza invisible lo mantuviera en su lugar.
Su mente le gritaba que lo negara, que rechazara lo que Kimberly estaba diciendo.
—Eso es mentira —su voz apenas superaba un susurro, pero la fisura en su compostura era evidente.
La mirada de Kimberly se suavizó, aunque su postura seguía siendo firme. —No eres quien crees que eres, Steve… También eres un hombre lobo como nosotros.
Un silencio ensordecedor llenó la habitación. La respiración de Steve se volvía entrecortada, sus puños se cerraban involuntariamente.
La boca de Ashley colgaba ligeramente abierta, su mente luchando por entender la revelación. Theo, por su parte, estudiaba a Steve con una expresión inescrutable.
Los pensamientos de Steve corrían. No… No, eso no puede ser cierto. Lo habría sabido. Lo habría sentido. No puedo ser como ellos.
Una oleada de ira lo invadió, ahogando su confusión.
Su cuerpo temblaba mientras su visión se nublaba. Quería atacar, negarlo, rechazar todo lo que Kimberly había dicho.
—¡Estás mintiendo! —Su voz era una mezcla de rabia y desesperación. Apartó sus manos del agarre de Kimberly, su respiración desigual—. ¡No soy como tú!
Kimberly simplemente lo observaba, su expresión ilegible. Había visto antes esta reacción, la negación, el miedo, la negativa a aceptar la verdad.
Steve dio varios pasos tambaleantes hacia atrás, su mente un torbellino de emociones.
Toda su vida había creído que estaba en control, que sabía quién era. Pero ahora… ahora todo se sentía como una mentira.
Ashley se acercó a él con cautela, poniendo una mano en su brazo. —Steve… —dijo suavemente, pero él la rechazó con brusquedad, su mandíbula apretada.
Theo dio un paso adelante. —Puedes negarlo todo lo que quieras, pero no cambiará la verdad. Tarde o temprano tendrás que enfrentarte a ella.
Los ojos de Steve saltaban entre ellos, su respiración superficial.
Quería correr, escapar de esta pesadilla. Pero en el fondo, sabía que no había dónde esconderse de la verdad.
La voz de Kimberly se abrió paso una vez más a través de la tensión, su tono firme. —Nadie toca a mis seres queridos.
Sus palabras eran definitivas, llevando un peso que enviaba un escalofrío por la espina dorsal de Steve. Y por primera vez en su vida, se sintió impotente.
★★★
Alfa Derrick y Mona permanecían sentados ante Katherina, pero la tensión en el aire era densa.
Estaba claro por las expresiones de sus rostros que las cosas no habían salido según lo planeado.
La impaciencia ardía en los ojos de Derrick mientras apretaba los puños. Esperaba noticias para ahora, noticias de que Theo y Kimberly estuvieran muertos.
—¿Por qué no hemos recibido noticias de que Theo y Kimberly ya no están? —La voz de Derrick rompió el silencio, su tono agudo con frustración—. Su paciencia se había agotado.
La mirada de Katherina se desplazó lentamente hacia él, una mirada tan penetrante que le envió un escalofrío inesperado por la espina dorsal.
Su presencia por sí sola exigía sumisión, y Derrick se recordó una vez más con quién estaba tratando.
—No podemos atacar ahora. Ella estará preparada para ello —afirmó Katherina firmemente—. Atacaremos cuando menos lo esperen.
Derrick inhaló bruscamente, su frustración aumentando. —Pero t
—¿Crees que puedes hacerlo mejor que yo? —La voz de Katherina cortó la habitación como hielo.
El aire mismo parecía detenerse mientras el peso de sus palabras se asentaba. —¿Por qué no vas y terminas con ellos tú mismo?
Derrick y Mona inmediatamente inclinaron sus cabezas ligeramente en sumisión.
No tenía sentido desafiar su autoridad; ambos lo sabían.
Katherina no era alguien a quien se cuestionara, a menos que uno estuviera preparado para sufrir las consecuencias.
—Lo siento, la más poderosa —dijo Mona suavemente, su voz compuesta y respetuosa.
—Perdón por nuestro afán. Solo creíamos que todo debería haber salido según lo planeado para ahora —dijo Derrick.
Katherina se levantó de su asiento en un movimiento ágil y elegante, su mirada penetrante nunca abandonando a Derrick.
Había algo inquietante en su sonrisa, fría y consciente, como si ya hubiera previsto el futuro y simplemente los observaba luchar hacia él.
—Por todo lo que he prometido, cumpliré —declaró—. Y sabrán cuán poderosa soy realmente.
Derrick permaneció en silencio, pero su mandíbula se tensó. Su orgullo se erizaba bajo sus palabras, pero sabía mejor que desafiarla abiertamente. Por ahora, al menos.
—Ir a la guerra sin un plan y una estrategia adecuados solo te matará antes de que la batalla comience —continuó Katherina, su voz teñida de desdén—. Sé sabio, Alfa. La impaciencia es una debilidad, no una fortaleza.
Sus palabras picaban el ego de Derrick, pero él mantenía su compostura, rehusando mostrar su irritación.
Necesitaba a Katherina, y hasta que obtuviera lo que quería, actuaría su papel en consecuencia.
—¿Cuándo es el examen de Kimberly? —preguntó Katherina abruptamente.
—En unos tres días —respondió Derrick.
Una sonrisa maliciosa se extendió por los labios de Katherina.
—Bien… Atacaremos ese día. Y justo ante tus propios ojos, presenciarás la caída de Kimberly y Theo —su risa resonó, llena de diversión y certeza, enviando escalofríos por la columna vertebral de Mona.
Derrick sintió una satisfacción oscura burbujear dentro de él.
*Finalmente, se habrán ido. No más obstáculos.
No más desafíos a mi autoridad.* Sus pensamientos bullían de anticipación, pero antes de que pudiera entregarse completamente a ellos, la voz de Katherina lo interrumpió.
—Sí, se habrán ido —dijo, mirándolo directamente como si leyera su mente—. Y finalmente celebrarás.
El corazón de Derrick dio un salto. La forma en que hablaba, tan cierta, tan confiada le inquietaba.
Pero simplemente asintió, manteniendo su expresión inescrutable.
—Ve y prepara una fiesta y celebra —instruyó Katherina, despidiéndolos con un gesto de la mano—. Pues la perdición de tus enemigos está cerca.
Sin dudarlo, Derrick y Mona inclinaron sus cabezas una vez más antes de girarse para salir de su cámara.
Al salir al fresco aire de la noche, Mona se giró inmediatamente hacia Derrick, su voz baja pero urgente.
—Debes tener cuidado —advirtió—. Cada vez que estemos con ella, no debes desafiar su autoridad. La necesitamos ahora más que nunca.
Derrick exhaló profundamente, su mirada fija en el cielo oscurecido. El peso de todo presionaba contra su pecho, pero su rostro permanecía neutro.
*Permaneceré tranquilo,* pensó. *Actuaré la parte hasta obtener todo lo que deseo. Pero por ahora… que todos actúen como deseen.*
Su expresión era inescrutable mientras se alejaba, la tensión en el aire dejando detrás un silencio ominoso…
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