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  3. Capítulo 216 - 216 Capítulo 216 De vuelta
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216: Capítulo 216: De vuelta 216: Capítulo 216: De vuelta Editor: Adrastea Works Arthur juntó sus manos justo antes de que Zero lanzara el ataque, conjurando un hechizo.

—Magia de creación: Portal sin fín.

Un brillante portal azul apareció en el aire, entre Arthur y Zero.

Se abrió a un mundo de niebla etérea y blanca.

Ni un instante después, el brillante Rayo de aniquilación atravesó el espacio directamente hacia el rey mago…

Y luego se disparó hacia el portal y desapareció por completo, dejando un rastro crepitante de energía dorada y blanca.

—Tonto.

Si quieres tener una oportunidad, en realidad necesitarás golpearme primero.

No obstante, tu ley de aniquilación no es tan mala, no cuando es combinada con este ataque de rayo —Arthur agitó su mano de manera casual.

El portal se desvaneció y luego reapareció instantáneamente.

Sin embargo, justo cuando reapareció, un rayo dorado de energía salió disparado, idéntico al que Zero acababa de disparar.

ZUMBIIDO Este rayo salió disparado hacia abajo y se estrelló contra la figura aturdida de Zero, desencadenando otra gran explosión que cubrió el aire con polvo una vez más.

La orgullosa figura de Zero fue derribada, formando un segundo cráter más pequeño en la tierra.

Enormes grietas se extendieron mientras que pedazos irregulares de roca se desprendían, los fragmentos de piedra se dispararon en el aire.

El Rayo de aniquilación de Zero era un ataque alineado con su esencia y alma, y no podía herirlo gravemente.

La ley que estudió, la ley de aniquilación, era un estímulo natural para ese ataque, y como resultado, neutralizó inmediatamente el rayo cuando lo golpeó.

No obstante, la fuerza bruta del ataque no pudo ser neutralizada.

BUM Unas llamas azules derritieron en el aire cuando Zero saltó al instante del nuevo cráter, disparando seis géiseres separados de fuego dracónico.

Cada uno de ellos trepidó con poder, cubriendo un área enorme.

Arthur no se sentó y esperó a que las peligrosas llamas lo golpearan.

Sus ojos brillaban, al igual que el Halo alrededor de su cabeza, mientras lanzaba otro hechizo.

—Magia de agua: Lanza del panteón del océano.

ZUMBIDO Surgieron seis lanzas de cien metros de ancho de pura agua azul y profunda, flotando cerca de Arthur.

Agitó su mano hacia adelante, dirigiendo las lanzas.

Las seis lanzas de agua se dispararon rápidamente, chocando con el ardiente fuego dracónico en seis puntos específicos.

En el momento en que hicieron contacto, el agua chisporroteó y se vaporizó.

No obstante, las llamas azules desaparecieron, neutralizadas por el agua mágica.

Estas seis lanzas golpearon y cubrieron todas las llamas azules, borrándolas por completo.

Las lanzas de agua estaban formadas a partir de un tipo especial de agua atenuante proveniente de las profundidades más profundas de ciertos mundos acuáticos u oceánicos.

—Grr… —Zero no se rindió al ver esto, en su lugar levantó su cabeza una vez más y gritó fuertemente, —¡ROAR!

Una ráfaga de ruido extremadamente potente y supersónica sacudió el aire.

Esta explosión estaba concentrada, partículas de energía aparecieron alrededor de la cara de Zero mientras gritaba.

La habilidad de Voz hyperion, un extraño poder propio del raro Gran tigre de anillos.

Sin embargo, cuando el ataque vocal llegó al rey mago se esfumó en el momento en que una barrera blanca apareció alrededor de la piel de Arthur, bloqueándolo.

El pecho de Zero se agitó mientras se sacudía, sus heridas lentamente comenzaron a pasar la cuenta.

Incluso si tenía un suministro infinito de energía, todavía le tomaba tiempo recuperarse de cada ataque.

Aún así, su cuerpo ya se estaba regenerando de las horribles quemaduras y golpes que había recibido, sanando de manera visible.

Su destreza defensiva había aumentado mucho más allá del nivel que acostumbraba a ser, en comparación con hace unos meses cuando llegó por primera vez.

—Eres demasiado inexperto —la voz de Arthur sonó casi decepcionada cuando se dejó caer, volando hacia Zero.

—Y pensé que el Segundo nacido demostraría ser un desafío mayor.

Solo he usado magia hasta ahora —negó con la cabeza mientras lanzaba otro hechizo—.

Magia de creación: cadenas celestiales.

ZUMBIDO Emergieron ocho portales en el aire, no lejos de Zero.

Cada portal ondulaba en el aire, sus bordes eran negros y manchados.

Llevaban a un mundo que parecía estar hecho de pura niebla blanca, similar a los otros portales.

Cuando la anomalía vio esto, gruñó.

De inmediato, apareció energía negra y lo rodeó, en una capa protectora.

Desde los portales, ocho cadenas de alabastro puro salieron disparadas hacia adelante.

Cada cadena emitía un majestuoso resplandor dorado, lleno de poder imperial.

El extremo de cada cadena contenía una lanza dorada, afilada y serrada, de varios metros de largo.

Cuando Zero vio las cadenas, sus ojos se abrieron enormes con horror.

Sin embargo, antes de que la Anomalía pudiera hacer algo, ya habían llegado, moviéndose extremadamente rápido.

BUM crujido Las lanzas al final de las cadenas se estrellaron contra la energía protectora negra que cubría a Zero.

Durante un par de segundos, esa barrera de energía permaneció.

Las cadenas parecieron temblar cuando entraron en contacto con ésta, imbuidas de energía, pero aún incapaces de abrirse paso.

Fue un gran choque de energía que tomó toda la concentración de Zero, dejando al León dorado divino congelado.

Cuando Arthur vio esto, frunció el ceño y tocó el pequeño anillo púrpura que llevaba.

Inmediatamente brilló con luz.

Un momento después, las lanzas brillaban con una luz púrpura.

BUM Rompieron la barrera de Zero.

En la fracción de segundo posterior, se estrellaron contra su resistente cuerpo y lo atravesaron.

Cuatro de las cadenas apuñalaron cada una de sus piernas, mientras que dos apuñalaron en su pecho, una se clavó en su cuello y una apuñaló en su espalda baja.

La sangre y la luz se esparcieron mientras Zero se estrellaba contra el suelo, su cuerpo entero era atravesado y congelado.

Las cadenas envolvieron a Zero una vez, cubriendo sus articulaciones y evitando que hiciera el más mínimo movimiento siquiera.

Los músculos de Zero se abultaron, la sangre fluía de su enorme cuerpo mientras hacía temblar las cadenas, haciendo todo lo posible para destrozarlas.

Arthur aterrizó en el suelo no lejos de Zero, negando con la cabeza.

—Estas cadenas fueron diseñadas para atrapar e inmovilizar a una criatura con un linaje de clase divino.

Trabajé en este hechizo durante tantos años que perdí la cuenta, todo en su preparación —sus ojos brillaron cuando chasqueó los dedos.

El enorme cuerpo de Zero giró y flotó en el aire, girando hasta que la cara de Zero miraba directo hacia Arthur.

Los dos se enfrentaron, el pecho de Zero se agitó mientras la sangre goteaba de su cuerpo, mientras Arthur miraba, completamente imparcial.

—Supongo que esto hace la captura número cuarenta y siete un éxito —asintió.

Comenzó a manipular su anillo espacial, sacando varios materiales de aspecto extraño.

—Tú…

eres poderoso…

mago.

Pero…

yo…

nunca…

me rendiré…

—la voz de Zero no había perdido nada de su majestuosidad mientras la anomalía hablaba, jadeando entre palabras.

Le habían perforado ambos pulmones, por lo que le resultaba terriblemente doloroso hablar.

Sus ojos se clavaron en Arthur, brillando con una luz dorada.

—No necesito tu rendición.

Tus habilidades están selladas y no puedes recurrir a las Leyes de…

ah —Arthur se interrumpió—.

¿Has…

detonado tu alma?

Mientras el polvo se asentaba a su alrededor, dispersado a varios kilómetros de distancia por sus enfrentamientos, el rey mago frunció el ceño.

Estudió seriamente al león frente a él.

—Así es…

ni siquiera…

tú podrás…

escapar…

el espacio está…

desestabilizado…

mi muerte…

gloriosa…

—la boca de Zero goteaba sangre mientras sonreía.

Todo su cuerpo comenzó a temblar, pequeños destellos de luz empezaban a elevarse de este.

Una sensación de fatalidad inminente llenó el aire mientras la energía comenzó a concentrarse en la forma de Zero, alcanzando niveles terroríficos.

La realidad a su alrededor parecía distorsionarse, haciendo imposible que se pudieran abrir portales.

—Eh —el rey mago se frotó el mentón al ver esto—.

Bueno, me pillaste ahí.

No sabía que podías hacer eso.

Tu determinación es muchas veces más fuerte que las otras Anomalías.

Pero…

—se encogió de hombros—.

No iba a matarte, pero me has forzado.

No puedo dejar que simplemente destruyas el planeta —Arthur juntó las manos y miró al tembloroso león dorado divino por última vez.

—Adiós, Zero —la voz de Arthur fue fría.

—Magia de creación: deconstrucción atómica.

Zero miró al Rey Mago a los ojos por última vez, viendo una figura que estaba estampada, grabada, en su alma.

Un humano orgulloso y resistente que emitía una sensación casi divina.

El ser más fuerte que había enfrentado nunca.

El humano más fuerte que existe.

El enorme cuerpo de león de Zero, el poderoso Segundo nacido que contaba con una fuerza increíble, la Anomalía más fuerte conocida que caminaba en los 30.000 Mundos…

Su cuerpo se congeló por una fracción de segundo…

Y luego se vino abajo, convirtiéndose en partículas de ceniza gris.

Sus piernas se disiparon en polvo, su orgullosa melena desapareció en la nada, su poderoso pecho ondeó en diminutos cúmulos de color gris.

La inminente sensación de fatalidad desapareció, la energía aterradora se disipó mientras el espacio volvía a la normalidad.

Zero murió.

—…

Reinó un período de silencio.

Los trozos de roca que caían en el fondo lejano terminaron de caer, muchos de ellos cayendo al cráter gigante.

Rumores de las profundidades de manera ocasional sacudían el aire, el daño que el planeta había sufrido provocaba un terremoto en todo el mundo.

Arthur respiró hondo mientras agitaba la mano, retirando y desechando sus Cadenas celestiales.

Dio unos pasos hacia adelante, mirando la pila de cenizas que había sido el Segundo nacido.

Inclinó la cabeza ligeramente, su Halo desapareció.

Luego se dio la vuelta, con una mirada fría mientras se preparaba para irse.

Un leve indicio de agotamiento se escondía justo en los bordes de sus ojos, lo que indica que la batalla no había sido tan fácil e indiferente como él había hecho parecer.

El rey mago juntó las manos, reuniendo la energía para lanzar un hechizo.

—Magia de crea… —de repente, Arthur se congeló, interrumpiéndose y terminando su hechizo antes de tiempo.

Lentamente, se dio la vuelta, la luz comenzó a reunirse a su alrededor una vez más.

Porque, en medio de las cenizas de Zero…

una figura comenzó a surgir.

Partículas de luz fluyeron hacia esta figura, que recurría al entorno natural para aparecer.

En solo unos momentos, esa figura se formó por completo, revelándose.

Era un hombre, vestido con unos pantalones negros simples y nada más.

Era musculoso, con una cara atractiva y penetrantes ojos azules.

Tenía el pelo castaño y corto y un mentón fuerte.

Este hombre no emitía un aura.

Casi no emitía energía en absoluto.

A pesar de eso, actuaba con una sensación de absoluta confianza.

Como si no existiera nada que pudiera hacer que lo hiciera vacilar.

Cuando el rey mago lo vio, una expresión de puro horror e incredulidad apareció en su rostro.

—No.

No puede ser —Arthur tartamudeó, con los ojos muy abiertos por la conmoción.

—Hola, viejo amigo —Yukeli Shorn sonrió, sus antiguos ojos estudiaban el mundo a su alrededor mientras inhalaba profundamente, —Ha pasado tiempo.

—…

—…

—…

Ambos seres se miraron en silencio.

La cara del rey mago volvió a su plácido estado de calma, todo indicio de conmoción desapareció mientras miraba a Yukeli.

El halo dorado de Arthur reapareció, arriba de su cabeza mientras miraba fijamente al hombre que una vez había matado, hace mucho tiempo.

De manera gradual, su halo desapareció, al igual que cualquier señal de energía o amenaza.

Se calmó por completo, adquiriendo la apariencia de un humano normal.

—¿Cómo?

—Arthur pronunció una única palabra, agitando su mano de manera casual.

Apareció una silla grande y cómoda, en la que se sentó lentamente mientras miraba a su antiguo camarada.

Yukeli se echó a reír al ver esto, estirando los brazos.

—Me tomó un tiempo, pero uno de mis clones finalmente se topó con alguien que tenía conocimiento de una ley que he estado buscando —Yukeli parecía saborear las palabras mientras hablaba, como si no hubiera hablado por voluntad propia en mucho tiempo.

Cada acción realizada por el hombre, cada palabra que decía, parecía perfectamente calculada.

A pesar de la falta de energía o amenaza que emitía, Arthur prestó toda su atención a Yukeli, nunca titubeando.

—Se llama ley de la luz sagrada.

Cierto príncipe sombra llamado Isaac era bastante hábil con ella.

Yukeli continuó hablando.

Había pasado mucho tiempo desde que pudo hablar usando su propio cuerpo, especialmente con un viejo camarada como Arthur Telmon, y el maestro guerrero parecía no tener reparos en explicarse, —Los recuerdos que obtuve eran incompletos.

Parece que el fragmento de alma no se transfirió por completo, y está rezagado en alguna parte, en el cuerpo de un mortal.

Aun así, fue suficiente para ayudarme a conseguir mi propia comprensión.

—Se encogió de hombros, —La ley de la luz sagrada.

¿Has practicado una nueva ley?

—Arthur parpadeó, sin emitir un indicio de emoción.

Yukeli sonrió de nuevo ante la pregunta.

—Las anomalías pueden estudiar múltiples leyes, creé su matriz de hechizos del alma específicamente para ayudar a adaptar sus almas para aquello.

Por cada uno de mis clones que muere, obtengo una comprensión profunda de varias leyes, habilidades y cualquier información que tengan —Yukeli agitó su mano de manera casual.

ZUMBIDO Un rayo dorado de energía se disparó en el aire, el cual atravesó el espacio mismo.

Un rayo muy similar, pero en mucho menor escala, al rayo que Zero había disparado, momentos antes.

Una versión menor del Rayo de aniquilación, accesible solo a través de la ley de aniquilación.

—La ley de la luz sagrada es una ley interesante.

—Yukeli miró su mano por un momento, estudiándola—.

Te permite resucitar de la muerte.

Cuando aniquilaste a Zero, su alma misma fue destrozada, evitando que regrese a la vida.

No obstante, mi alma…

he tocado lo divino.

He ascendido —Yukeli asintió—.

Aunque mi alma esté dividida en 88 piezas, cada pieza es casi invulnerable.

Solo un ser que haya tocado el reino divino sería capaz de dañarla permanentemente.

La muerte de Zero me dio una oportunidad, las enormes reservas de energía remanente que creó me proporcionaron lo que necesitaba.

Ha logrado su propósito, y ahora puedo comenzar el mío —Yukeli terminó de hablar por un momento, golpeando el suelo con sus piernas.

Se estaba adaptando rápidamente a su nuevo cuerpo, probando el movimiento de sus brazos y piernas.

Pasó otro momento de silencio mientras Arthur intentaba comprender todo lo que le decía.

A pesar de su comportamiento relajado, su corazón estaba latiendo a un ritmo rápido.

—¿Planeaste…

todo esto?

—Arthur agitó la mano.

—Bueno, sí y no.

Planeé esto, pero sucedió de una manera que no esperaba.

Al final funcionó, pero creo que tuve un poco de suerte, ¿eh?

El Destino y cosas así —Yukeli sonrió descaradamente con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Después de un momento, añadió una línea más, —Podría no haber llegado a esto si no me hubieras atacado en ese entonces, mientras estaba en medio de la ascensión.

Los ojos de Arthur brillaron con una luz mientras se ponía de pie, —¡Estabas recurriendo a la fuerza vital del árbol del mundo para ayudarte!

¡No tenía otra opción, un solo paso en falso podría matar a billones!

¡Tus preparativos causaron la muerte de Ausra y casi mataron a Sun Wukong!

—su voz estaba llena de ira—.

Pusiste en peligro la vida de trillones solo para poder buscar tu versión de la perfe… —dejó de hablar cuando Yukeli levantó una mano, asintiendo con la cabeza junto con él.

—Arthur…

tenías razón.

Hiciste lo correcto.

El rey mago quedó boquiabierto.

Yukeli sonrió de nuevo al ver esto, con sus ojos teñidos de tristeza mientras hablaba en voz alta, llevando la conversación por un camino diferente.

—La realidad es imperfecta, incluso en el reino divino.

¿Sabes lo que encontré allá arriba, en los Cielos?

Arthur se congeló, con los ojos muy abiertos mientras miraba a Yukeli.

El rey mago no dijo nada, pero Yukeli lo tomó como una señal para proseguir, —Las leyendas están equivocadas.

Los Cielos están desolados.

El reino divino carece de valor.

No hay Dios, no hay luz, no hay paraíso.

No hay nada.

Era un páramo, no una tierra santa, donde los débiles viven una existencia atormentada e incluso los poderosos viven en la miseria —las palabras de Yukeli fueron cortantes—.

Los Cielos fueron destruidos en las guerras libradas por quienes ascendían de otras realidades, hace mucho tiempo.

Me volví poderoso, sí, pero el gobernante de un páramo sigue siendo un gobernante de un páramo.

Un Dios rey de la nada…

¿Qué valor hay en eso, carente de perfección?

—negó con la cabeza.

—La vida es un ciclo, tanto de orden como de caos, que siempre se repite.

Después de alcanzar un estado de gran poder…

incluso entonces, descubrí que no podía alcanzar la perfección.

Un reino divino destrozado era incapaz de formar lo que yo deseaba —suspiró con tristeza—.

Y me di cuenta de algo.

Con todas mis fuerzas, con toda mi determinación, con todas mis fuerzas, yo…

Sus ojos brillaron.

—Era egoísta.

Tenía defectos.

Carecía de compasión, carecía de tolerancia, carecía de piedad.

Estaba tan atrapado en mis propios deseos que abandoné lo que era correcto, lo que era justo, lo que era imparcial —Escupió las críticas de sí mismo implacablemente—.

Fui un tonto.

Arthur Telmon miró a Yukeli con conmoción pura y sin adulterar mientras Yukeli continuaba, con su voz resonando en el aire.

—Pensar en los niños hambrientos porque su madre no puede traer a casa dinero suficiente para comprarles pan.

Pensar en el mendigo despreciado, lleno de enfermedades, que vive una vida de soledad y temor.

Pensar en el inválido que hace todo bien, pero que aun así se ve obligado a vivir como un paria.

¿Cómo puede la realidad permitir que se forme algún ser de perfección, cuando la realidad misma es tan defectuosa?

Cuando me di cuenta de eso, llegué a una simple conclusión.

Si quiero alcanzar la perfección, la realidad misma debe cambiar.

Mientras más hablaba Yukeli, más sorprendido estaba Arthur.

Miró al antiguo guerrero desde una nueva perspectiva, como si esta fuera la primera vez que lo hubiera visto.

El corazón de Arthur estaba girando, completamente incapaz de decir qué era lo que estaba pasando.

Nunca en mil años hubiera imaginado que su encuentro sería así.

—El yo de entonces…

el yo que arriesgó la vida en los 30.000 Mundos para ascender fue tonto de hecho.

Tenías razón en matarme, incluso si tuve suerte y mi alma ascendió cuando morí —Yukeli asintió con la cabeza—.

Estaba equivocado.

Pasó otro momento de silencio mientras Arthur miró a Yukeli, y Yukeli miró hacia atrás.

Yukeli suspiró.

—Y después de que me di cuenta de eso, todo cambió —sus ojos comenzaron a brillar con una tenue luz gris, su voz adquirió un tono apasionado.

—Arthur, hay que hacer que la gente vea el valor de la vida.

Cada niño hambriento debe ser visto como una semilla gloriosa del futuro, cada mendigo enfermo como un anciano sabio, cada lisiado como un héroe valiente.

Solo cuando la gente realmente comprenda que la vida tiene valor, solo cuando esta realidad misma haya cambiado, la perfección puede florecer de verdad.

¡No soy yo quien no ha logrado alcanzar la perfección!

¡Es la realidad misma la que me está deteniendo!

Sus palabras agitaron el aire, retumbando con confianza mientras sonreía, levantando un puño en el aire.

—Es por eso por lo que he regresado, Arthur.

Esta parte de mi alma aquí…

tiene todos los recuerdos importantes que necesito, almacenados dentro de ella.

Me disculpo si mis otras versiones han causado problemas, incluso si no puedo controlarlas.

Sus recuerdos son incompletos.

—Sacudió la cabeza pidiendo perdón.

Arthur levantó la mano, sus ojos eran penetrantes mientras miraba al supremo artista marcial, —¿Cómo planeas hacer que la gente vea el valor de la vida?

— Arthur no era precisamente tonto.

Al instante vio la cuestión clave en el argumento de Yukeli, yendo directo al grano.

—Eso no es algo que puedas hacer con un movimiento de tu mano.

Yukeli suspiró.

—Sabía que preguntarías por eso, Arthur.

Es la parte clave de mi objetivo…

es una tarea de tal enormidad, que pocos podrían soportar esa carga.

Después de vivir tanto tiempo en el reino divino, de manera gradual se me aclaró un plan.

—¿Cómo haces que la gente vea el valor de la vida?

—sonrió, mitad sarcástico, mitad con aflicción—.

Es simple.

Se la quitas.

Hay 30.000 Mundos en esta realidad.

Cuando recupere las 88 piezas de mi alma, recuperaré los poderes que contuve en el reino divino.

Me habré convertido en un Dios —su voz comenzó a crecer en fuerza, un aura justa irrumpió en el aire a su alrededor.

—Cuando tenga eso…

separaré los 30.000 mundos del mundo fuente.

—¡¿Te has vuelto loco?!

Arthur tembló, incapaz de contenerse al escuchar eso.

Mientras hablaba, su mano cayó de manera casual para tocar el anillo púrpura que llevaba en la mano.

—¡Eso mataría a cientos de trillones!

¡Cada mundo que sea separado estaría plagado de tormentas espaciales!

¡Toda la realidad perecería!

—el reproche de Arthur estaba lleno de vehemencia.

—No.

—Yukeli negó con la cabeza, levantando una mano, —Bajo mi guía Divina, cuando esté completo, podré moldear esas tormentas con compasión.

—En cada planeta, en cada mundo, cada ser verá el poder de estas tormentas espaciales, pero solo la mitad de ellos sufrirá su furia.

La otra mitad permanecerá completamente ilesa, sin la más mínima herida.

La muerte de la primera mitad será indolora, un final misericordioso y rápido[1].

—Hacerlo requerirá que consuma la esencia de mi alma, expandiendo mis sentidos para abarcar toda la realidad.

Como resultado, perfectamente podría perecer.

Pero esta realidad vivirá y evolucionará en una que vea el valor de la vida —sonrió con tristeza—.

Porque solo cuando conoces la pérdida puedes apreciar lo que has perdido.

Solo cuando te das cuenta del gran regalo que te han dado puedes realmente comprenderlo.

Solo cuando experimentas la muerte a tu alrededor…

—Inhaló hondo—.

Solo entonces puedes apreciar realmente la vida.

Y en ese momento…

la realidad habrá cambiado.

Bajo mi guía Divina, habrá cambiado y nacerá nuevamente.

Una en la que la perfección pueda surgir verdaderamente, donde sea posible romper los límites de la realidad a través de la fuerza propia.

Puede que nunca experimente eso —hizo una pausa y luego suspiró—.

Pero si ese es el precio que debo pagar, que así sea.

Arthur tembló, su cuerpo estaba temblando de rabia.

Era capaz de llevar sus emociones a niveles ínfimos frente a cualquier otra persona, pero cuando estaba frente a Yukeli, siempre le resultaba difícil.

—¿Traerás un genocidio como nunca se ha visto…

y a eso llamas…

compasión?

—Escupió sus palabras, lleno de desprecio.

—Para salvar de la inanición al niño que no tiene nada que comer, para salvar de la enfermedad al mendigo que no posee nada, para salvar al lisiado que es tratado como si fuera nada del desprecio tortuoso…

Sí.

Yukeli respondió sin dudar.

—A eso lo llamo compasión.

Los que vivan sobrevivirán y florecerán.

La vida será tratada con el valor que merece.

La paz y la armonía reinarán, el perdón y la misericordia volarán libremente —añadió en voz baja una línea más, un susurro tranquilo que sonó en el aire—.

La perfección…

ya no será inalcanzable.

Los descendientes de esta nueva realidad tendrán esta lección en sus corazones, transmitiéndola para siempre.

Esto será una cicatriz que la realidad nunca olvidará.

Un silencio impactado llenó el aire mientras Arthur miraba a Yukeli.

—Estás loco.

Yukeli se dio vuelta, una expresión de dolor llenó su rostro.

—Arthur, fuiste mi mejor amigo.

Sé que te he hecho daño, pero seguramente puedes ver la lógica de mis palabras.

Solo cuando esta realidad haya conocido una gran pérdida entenderá el verdadero valor de la vida.

El rey mago dio varios pasos hacia atrás, negando con la cabeza todo el tiempo.

—Estás equivocado, viejo amigo, mucho más de lo que estabas en el pasado —el anillo de Arthur comenzó a brillar con la luz púrpura, la cual rodeaba su cuerpo.

Yukeli suspiró de nuevo, cambiando bruscamente la conversación, —Sé que tienes muchos de mis clones, sellados.

Puedo sentir su ubicación, incluso desde esta distancia, encerrados en un espacio que está conectado a la capital de tu Autarquía.

Arthur…

no me obligues.

Si me encargara de rescatarlos yo solo, estoy seguro de que todas las medidas que hayas puesto posiblemente serían suficientes para detenerme y quizás incluso capturarme —Yukeli sacudió la cabeza—.

Pero si tomo prestada la fuerza de las Tribus Dracónicas, solo será cuestión de tiempo —sus ojos comenzaron a brillar con energía mientras se daba la vuelta, —Uno de mis clones ha unido a todas las tribus para luchar contra mi yo anterior.

Tomar su lugar es algo que me tomaría cuestión de horas.

Convertirlos en un ejército para acabar con tu autarquía tardaría un par de semanas como máximo.

Arthur permaneció en silencio mientras la energía púrpura brillaba a su alrededor.

Su anillo era un artefacto especial que él mismo había hecho, durante un período de cien años.

Contenía una multitud de poderes, uno de los cuales le permitía separarse de la realidad y teletransportarse a una ubicación predeterminada, una vez cada cinco años.

Al hacerlo, era eficazmente invencible, pero tampoco podía responder a algún ataque ni hacer nada hasta que terminara de teletransportarse a su nueva ubicación.

Era su última protección, una herramienta extremadamente poderosa que tenía con él por si acaso.

Era un artefacto “único en su tipo”.

—Has construido una fuente de conocimiento, un hermoso paraíso donde viven miles de billones.

¿Por qué traer una guerra innecesaria y violencia a sus vidas?

Esta realidad ya ha sufrido suficiente, Arthur —Yukeli miró a Arthur a los ojos.

—Tú eres quien está tomando esa decisión, Yukeli —la voz del rey mago era tranquila mientras respondía, su voz hacía eco mientras penetraba la capa de energía púrpura, apenas capaz de atravesarla.

—Estoy haciendo lo que debe ser hecho, Arthur.

Lo que tengo que hacer.

Porque si no…

entonces, ¿quién lo hará?

—Yukeli se giró de nuevo—.

Este es mi destino, viejo amigo.

He encontrado mi propósito.

Detrás de él, el cuerpo de Arthur brilló y luego desapareció por completo, teletransportado.

Dejando a Yukeli solo dentro de un cráter lleno de muerte, de pie mientras el mundo a su alrededor comenzaba a temblar y estremecerse, las reverberaciones de la lucha de Arthur y Zero causaron efectos secundarios imprevistos.

—Romperé la realidad misma si debo hacerlo —Yukeli habló en voz baja para sí mismo—.

Un día…

lo entenderás —su voz era sombría—.

Todos ustedes lo harán.

REFLEXIONES DE LOS CREADORES K1tZu [1] Nota del autor – Este fragmento se inspiró (en parte) en la infame Peste negra de Europa que aniquiló a la mitad de su población y el enorme cambio de perspectiva que se produjo como resultado, en 2016, cuando originalmente empecé la planificación, mucho antes de publicarlo en Webnovel.

No por Marvel/Thanos.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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