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Capítulo 68: Capítulo 68: La Luna de Sangre
El tiempo se congeló mientras Darian sostenía la botella real. El líquido negro en su interior se arremolinaba como algo vivo, hambriento y expectante.
—¿Qué es eso? —susurró Elara, alejándose del hermano en quien más había confiado.
—Tu libertad —dijo Darian suavemente—. Y mi destino.
Kael dio un paso adelante, su cuchillo plateado brillando.
—Bájalo, Darian. No hagas esto.
—No lo entiendes —la voz de Darian se quebró—. Ella se está muriendo. Cada maldición que rompe le quita más vida. Estoy tratando de salvarla.
—¿Robándole su poder? —gruñó Ronan, con su lobo aún cerca de la superficie.
—¡Tomando la carga que ella no puede manejar!
La discusión se hizo añicos cuando Kane gritó desde el borde del pueblo.
—¡Los soldados de Marcus! ¡Están aquí!
A través del bosque, las antorchas resplandecían como estrellas furiosas. Cientos de ellas. Tal vez miles.
—Necesitamos movernos —instó Celeste, pero su voz sonaba extraña. Distante.
Fue entonces cuando Elara miró hacia el cielo y jadeó. La Luna estaba cambiando. Lo que había sido blanco plateado momentos antes ahora brillaba de un rojo intenso. Rojo sangre. El color del sufrimiento y la verdad.
—No —respiró—. Ahora no.
—¿Qué está pasando? —exigió Kael.
—Luna de Sangre —susurró Elara—. Leí sobre ello en los libros antiguos. Solo ocurre una vez cada cien años.
La luz roja los bañaba a todos, haciendo que su piel pareciera cubierta de sangre.
—¿Y qué? —preguntó Ronan.
—Durante una Luna de Sangre, los vínculos de pareja son puestos a prueba —la voz de Elara tembló—. Si el amor es real, el lazo se vuelve irrompible. Si no lo es…
—Se rompe para siempre —terminó Darian—. Lo sé. Por eso esto tiene que suceder ahora.
Levantó el vial a sus labios.
—¡Detente!
Elara se abalanzó hacia adelante, pero Kael la agarró del brazo.
—No lo hagas —dijo con severidad—. Mira la luna. Ya ha comenzado.
La Luna de Sangre pulsaba como un latido. Cada pulso enviaba ondas de energía roja sobre ellos. Elara lo sintió primero. El vínculo de pareja, que siempre había sido fuerte, de repente se convirtió en algo vivo. Se extendía entre ella y los tres hermanos como hilos plateados, pero ahora podía verlos claramente. El hilo de Kael ardía en un dorado brillante. Fuerte y constante. Amor verdadero mezclado con deber y respeto. El hilo de Ronan flameaba rojo. Salvaje e intenso. Un amor que moriría por ella sin dudarlo. El hilo de Darian… El hilo de Darian era negro. No el negro del mal, sino el negro del hambre. Deseo. Obsesión. Él la amaba, pero amaba más su poder.
—Ahora puedes verlo, ¿verdad? —preguntó Darian, observando su rostro—. Los verdaderos lazos. La verdadera verdad.
Elara retrocedió tambaleándose.
—No me amas realmente. Amas lo que puedo hacer.
—¡Te amo lo suficiente como para salvarte de ti misma!
—¿Quitándome todo lo que me hace ser quien soy?
La Luna de Sangre pulsó de nuevo, más fuerte esta vez. El hilo negro que la unía a Darian comenzó a deshilacharse.
—Se está rompiendo —dijo Kael con asombro—. El falso vínculo se está rompiendo.
—¡No! —Darian destapó el vial—. ¡No dejaré que siga sufriendo!
Arrojó el líquido hacia Elara. Ronan se movió como un relámpago, interponiéndose entre ellos. La poción negra golpeó su pecho en su lugar, empapando su camisa.
Por un momento, no pasó nada. Luego Ronan gritó. El sonido no era humano. Era pura agonía mientras la magia oscura intentaba arrancar el poder de Elara de su alma a través de su vínculo de pareja. Pero el amor de Ronan era demasiado fuerte. En lugar de robar su poder, la poción tuvo un efecto contrario. Intentó tomar su propia fuerza vital en su lugar. —¡Ronan! —Elara lo atrapó mientras caía, su cuerpo convulsionando. La Luna de Sangre pulsó por tercera vez, y de repente ella podía sentirlo todo. Cada emoción. Cada pensamiento. Cada secreto. La intensa culpa de Kael por querer rechazarla al principio. Su amor desesperado ahora que conocía su valor. La devoción absoluta de Ronan. Su disposición a morir por su felicidad. Y Darian… El amor retorcido de Darian que se había convertido en manía. Su odio hacia sus hermanos. Su hambre de poder disfrazada de seguridad. —Puedo sentirlo todo —susurró—. Los verdaderos lazos. Las mentiras. La verdad. —El hilo negro hacia Darian se rompió totalmente. Él gritó como si lo hubieran apuñalado, cayendo de rodillas. —No —jadeó—. Hice esto por ti. ¡Lo hice por nosotros! —Lo hiciste por ti mismo —dijo Elara con tristeza—. Y ahora lo has perdido todo. —La Luna de Sangre alcanzó su punto máximo, bañándolos a todos en luz roja. Los verdaderos vínculos de pareja, los que existían entre Elara, Kael y Ronan, resplandecían como fuego. Más fuertes que nunca. Irrompibles. Pero Ronan se estaba muriendo en sus brazos, el veneno devorándolo desde el interior. —Quédate conmigo —suplicó ella, su poder curativo fluyendo hacia él.
Pero el poder oscuro luchaba contra ella, tratando de corromper su don. —No puedo —susurró Ronan—. Duele demasiado. —Entonces toma parte de mi fuerza. Toma lo que necesites. —No. No te haré débil. —Kael se arrodilló junto a ellos, con su mano en el hombro de Ronan. —Toma la mía también. Somos hermanos. Lo compartimos todo. —Incluso a través de su vínculo roto, Darian se arrastró más cerca. —Toma la mía. Por favor. Lo siento. Lo siento mucho. —Pero era demasiado tarde. El mal se había extendido demasiado. Los ojos de Ronan encontraron los de Elara. —Te amo —respiró—. A los dos. Siempre. —Sus ojos se cerraron. La Luna de Sangre pulsó una última vez, y Elara sintió que algo asombroso sucedía. El vínculo de pareja no se rompió cuando Ronan murió. En cambio, cambió. Su amor, su misma alma, fluyó hacia el vínculo mismo. Haciéndolo más fuerte. Haciéndolo eterno. —No se ha ido —susurró sorprendida—. Todavía puedo sentirlo. Ahora es parte del enlace. —Las lágrimas de Kael cayeron sobre el rostro de su hermano.
—¿Qué significa eso? —Antes de que Elara pudiera responder, el suelo tembló. El ejército de Marcus había llegado al pueblo. —Necesitamos irnos —gritó Kane—. ¡Ahora! —Pero mientras se preparaban para huir, Elara miró la Luna de Sangre una vez más. Algo estaba mal. La luz roja se estaba volviendo más oscura. Más profunda. —Eso no está bien —dijo—. La Luna de Sangre debería estar desvaneciéndose. —Darian, aún de rodillas, miró hacia arriba con miedo en sus ojos. —La poción. No solo estaba destinada a robar tu poder. —¿Qué? —Estaba destinada a invocar algo. Algo que se alimenta de los vínculos de pareja durante la Luna de Sangre. —Como si sus palabras lo hubieran convocado, una sombra cayó sobre la luna.
Algo enorme y hambriento, bloqueando la luz roja. —¿Qué es eso? —exigió Kael. La voz de Darian era apenas un susurro. —La cosa a la que Mordecai realmente sirve. La razón por la que quería tu poder. —La sombra comenzó a descender, y Elara se dio cuenta de la verdad. La Luna de Sangre no había sido una prueba. Había sido un cebo. Y habían caído directamente en la trampa.
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