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Capítulo 261: La Cosa Más Extraña
A Ric se le cortó la respiración cuando Cammy le rodeó el cuello con los brazos, acercándolo más, anclándose al calor de su cuerpo.
Su beso se profundizó—lento, exploratorio, lleno de anhelo contenido. Sus dedos rozaron la nuca de él, suave, tiernamente, como si se asegurara de que este momento era real, que ella seguía aquí, seguía respirando.
«Greg sigue en mi corazón… pero Ric es mi esposo ahora», pensó Cammy, con el corazón oprimido. «No puedo entregarle mi corazón—no todavía… pero al menos puedo darle esto. Un poco de paz. Una parte de mí».
Con manos temblorosas, alcanzó y comenzó a desabotonar la camisa de Ric—lenta, deliberadamente—con los ojos cerrados, besándolo aún. La tela se abrió, revelando el calor de su piel, y justo cuando ella se inclinaba para besar la curva de su hombro, Ric se apartó suavemente.
—Cams —murmuró él, con la voz cargada de emoción—, ¿estás segura de esto?
Cammy no respondió con palabras. Solo asintió—una vez—con los ojos claros, firmes. Luego lo besó de nuevo, suave y segura. Sus manos se movieron a su cintura, su tacto expresando todo lo que no podía decir.
Ric dejó escapar un suspiro silencioso y, como rindiéndose a la gravedad entre ellos, la levantó en sus brazos. Cammy instintivamente envolvió sus piernas alrededor de su cintura, y su beso continuó.
La llevó por el pasillo oscuro, sus sombras bailando por las paredes, hasta que la depositó suavemente en su cama. Por un momento, simplemente la miró—su novia, su esposa, la mujer que había esperado tanto tiempo para amar.
Cammy lo alcanzó de nuevo, quitándole la camisa por completo. Sus dedos encontraron el botón de sus pantalones y comenzaron a bajar la cremallera, su respiración superficial, sus manos temblando por el peso de todo lo que esto significaba.
Pero justo cuando sus dedos se movían para desnudarlo completamente, Ric de repente se quedó inmóvil.
Cubrió su mano—suave, firmemente—deteniéndola.
Cammy levantó la mirada, sorprendida, con los labios ligeramente separados. La mirada de Ric se encontró con la suya, intensa y conflictiva.
—Te deseo, Cammy. Dios, sí —susurró—. Pero no así. No cuando tu corazón está en otro lugar.
Ella contuvo la respiración.
Ric se inclinó, su frente apoyada contra la de ella.
—Puedo esperar. Cuando me beses y sea solo yo en tu corazón… ese es el momento en que quiero todo de ti. Quiero que sea natural, algo real. No algo falso por obligación.
Las lágrimas asomaron a los ojos de Cammy. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió algo extraño—seguridad.
Cerró los ojos y asintió, enterrando su rostro en el pecho de Ric, donde su corazón latía firme y fuerte. Se quedaron juntos en silencio, enredados en brazos y silencio—no como amantes, sino como dos personas tratando de sanar… juntos.
Y por ahora, eso era suficiente.
Después de un largo y doloroso silencio envuelto en calidez y sentimientos no expresados, Ric presionó un tierno beso en la sien de Cammy. El gesto fue suave, reverente —su manera de dejar ir sin resentimiento.
—Deberías volver con Dylan —dijo en voz baja, con la voz ronca pero firme—. Antes de que note que te has ido. Mañana será difícil. Iré contigo y Dylan al hospital. Me quedaré contigo toda la semana… diablos, incluso dos semanas, si es necesario. Hasta que estés lista para volver al trabajo.
Cammy lo miró, su corazón un lío enredado de gratitud, culpa y afecto no expresado.
—Está bien —susurró—. Gracias… por hacer todo esto. Aunque no tengas que hacerlo.
Ric le dio una mirada que silenció cada excusa que ella podría haber ofrecido.
—Sí, tengo que hacerlo, Cammy. No soy solo tu esposo. Sigo siendo tu amigo. Y sé que llorarás mañana —no me mientas. Quiero estar ahí cuando te derrumbes. Ya no tienes que enfrentarlo sola.
Luego se sentó, pasándose una mano por el pelo para componerse, antes de levantarla suavemente con él.
—Ahora ve —añadió con una débil risa, tratando de aligerar el momento—. Sigo siendo un hombre, ¿sabes? Y tú —estando aquí en mi cama, con esa mirada en tu rostro— me está costando todo no besarte de nuevo.
Cammy dejó escapar una suave risa, la tensión en su pecho aflojándose un poco. Asintió, se dio la vuelta y salió silenciosamente de la habitación.
Pero no regresó con Dylan —no de inmediato.
Entró en el baño privado, abrió el grifo de la bañera y, sin esperar a que se llenara, se sentó dentro, todavía completamente vestida con su traje de novia.
La frialdad del agua mordió su piel como una penitencia necesaria. Sus manos descansaron lentamente sobre su vientre aún plano.
El silencio resonaba a su alrededor, roto solo por el correr del agua y el latido silencioso de su dolor.
—Tengo que ser fuerte —susurró, con la voz temblorosa—. No solo por Dylan… sino también por ti. No puedo perder este bebé.
Una lágrima rodó por su mejilla, seguida de otra.
—Este bebé… es la única parte de Greg que me queda. Es lo único que me ancla a él.
Sus dedos se apretaron ligeramente sobre su estómago, como protegiendo la vida que crecía dentro de ella del desgarro que arañaba su pecho. En ese espacio silencioso, Cammy hizo un juramento —no solo sobrevivir, sino resistir. Por su hijo. Por su hijo nonato. Por la parte de su corazón que todavía pertenecía a un hombre que observaba desde las sombras.
Se recostó contra la porcelana, dejando que el agua subiera alrededor de sus piernas, su mente girando en una tormenta de recuerdos y despedidas no pronunciadas. El rostro de Greg parpadeaba detrás de sus ojos cerrados —su sonrisa, sus lágrimas, el silencioso aliento que le dio justo antes de alejarse.
Una parte de ella gritaba para correr tras él, para deshacer todo, pero otra parte —más pequeña, más firme— le decía que se quedara quieta. Por el bebé. Por Dylan. Por la silenciosa promesa de paz que Ric le había ofrecido.
—Te llevaré conmigo —susurró de nuevo al bebé, con la voz temblorosa—. Te protegeré. Lo prometo.
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