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Capítulo 291: Y esta noche…

~Noche~

Davis terminó la llamada, un suspiro escapando de sus labios. Su mirada se detuvo más tiempo en la foto de ella en la pantalla, su mano deteniéndose ligeramente en su mejilla.

En silencio, marcó otro número. Después de algunos tonos, una voz se filtró.

—¿Davis?

—Richard, necesito tu ayuda con respecto a ella.

Richard se tensó, su mirada recorriendo el área. Al notar que no había nadie cerca, suspiró aliviado.

—¿Vino sola a la reunión? —Su voz era baja.

—Sospecho que sí —respondió Richard.

—No hay necesidad de sospechar. Es un hecho. Llamé a su guardia y descubrí que nunca supieron cuándo salió de la casa —informó impotente.

Había llamado varias veces, pero cuando ella no contestó, no le quedó otra opción que contactar a sus guardias, quienes resultaron no estar al tanto de su partida, ya que su auto habitual seguía en casa.

Davis hizo algunas deducciones y llegó a una conclusión: ella había salido con otro auto.

Recordando que ella había mencionado revisar el lugar, concluyó que Richard, siendo su manager, debía estar presente.

—Así es ella. Normalmente camina sola, y los guardias se mantienen a distancia ya que no le gusta tenerlos cerca —explicó.

Davis suspiró.

—Por favor llévala a casa tú mismo. No debería estar conduciendo a esta hora. Ya he enviado a sus guardias a su ubicación.

—¿Ella lo sabe?

—No, y no tiene por qué saberlo. Simplemente no quiero arriesgarme a que algo le salga mal —respondió.

Aunque no había entrado en este matrimonio voluntariamente, ahora no querría perderlo. Su presencia siempre había sido la fuerza que lo mantenía en marcha.

—De acuerdo —respondió Richard, seguido por un tono de pitido. Después de la llamada, Davis respiró profundamente, aliviado.

Con una copa de brandy en la mano, lentamente giró la copa, su fría mirada fija en la bebida que giraba, su mente dando vueltas con pensamientos. Esta noche seguramente sería inquieta.

Sentado en el extremo más alejado del club, lejos de miradas indiscretas, su semblante era frío, su aura dominante, manteniendo a la gente a varios metros de distancia. Su silla de ruedas no estaba a la vista mientras observaba casualmente las actividades a su alrededor.

Esta noche, no había salido a tomar una copa, sino que estaba más preocupado por poner en marcha este juego. Una figura emergió de las sombras y se sentó frente a él. —¿Qué descubriste? —preguntó fríamente.

—Jefe, lo mismo que la información que obtuviste —informó el subordinado.

—Bien —dijo.

Lentamente, se levantó y se alejó, dejando a su subordinado atónito, preguntándose hacia dónde se dirigía y qué planeaba hacer. Al minuto siguiente, sus ojos se abrieron de temor mientras observaba a Davis moviéndose hacia el casino subterráneo.

No pudo evitar preguntarse cómo Davis obtendría acceso a este salón ardiente. Se frotó los ojos, ansioso por descubrir qué sucedería, pero la puerta se abrió lentamente y Davis desapareció.

Estaba ansioso, tenía miedo. La reputación de este casino no era poca cosa, conocido como uno de los salones más oscuros del País Y. El acceso solo venía con cierto nivel de membresía o la capacidad de vencer hábilmente con pérdidas mínimas o nulas.

En este salón, la información se compraba y vendía a un alto precio. Pero al final, dependía de la persona.

Lleno de preocupación y miedo, no se dio cuenta: caminó.

Su subordinado pensó un rato y tomó una decisión: informar a Ethan, aumentar los detalles de seguridad. Como máximo, sería un enfrentamiento.

Davis entró en el casino subterráneo, la pesada puerta de acero cerrándose detrás de él como el mazo de un juez sellando el destino. Luces tenues parpadeaban arriba, proyectando sombras alargadas en pisos de concreto agrietados. El humo se elevaba perezosamente en el aire, mezclándose con el aroma a whisky, sudor y tensión.

Se mantuvo erguido, regio y compuesto. Sus manos metidas ordenadamente en los bolsillos de su abrigo con un aire de indiferencia, pero su mirada era penetrante y fría.

Una pausa aguda ondulaba por el salón. Los dados se detuvieron a mitad de tirada. Las fichas se congelaron en el aire. Todos los ojos se volvieron hacia él, estudiando al extraño de negro a medida.

Dos guardias comenzaron a avanzar, despegándose de las paredes, acercándose como lobos.

—¿Quién eres? —preguntó uno fríamente, con músculos ondulando bajo una camisa ajustada, sus puños ya apretándose.

—Dave Raven —respondió Davis con una sonrisa que no era ni arrogante ni divertida, solo letal.

Un murmullo se agitó. El nombre resonaba, pero no se asentaba.

El hombre detrás de la mesa central, una figura alta con una coleta peinada hacia atrás y una cicatriz que iba de la oreja a la mandíbula, se congeló. Ojos afilados, barba sal y pimienta, y un rostro tallado por años de pecado y supervivencia. Su fría mirada escaneó a Davis de arriba a abajo.

—¿Por qué te encuentro familiar? —preguntó. Su mirada se dirigió hacia Davis, inspeccionándolo como un rompecabezas con un borde faltante.

Davis inclinó la cabeza, ampliando su sonrisa. —Spectrum, no eres tan viejo, ¿no me digas que la demencia ya te ha alcanzado?

Ante esto, los nudillos de los guardias crujieron, la habitación erizada de tensión. Los músculos se tensaron. Un golpe flotaba, esperando.

El suelo retumbó bajo sus pasos lentos y medidos mientras se acercaba a Davis, quien no se había movido ni un centímetro.

Se mantuvo quieto, firme y peligroso.

Pero Spectrum levantó una mano. Su equipo se congeló, deteniéndolos a medio salto.

—¿Dave Raven, ¿eh? —repitió, ahora de pie a centímetros de Davis, ojos estudiando cada línea de su rostro.

—¿Alguna duda? —respondió Davis, casualmente. Su mirada recorrió la multitud. Cien preguntas colgando en el aire como humo.

Spectrum se detuvo frente a él, ojos brillando con diversión. —Dudo que nos hayamos conocido… pero entonces, ¿por qué la familiaridad?

—¿Un juego de cartas? —preguntó Davis fríamente, enfrentando la mirada de Spectrum directamente.

Una larga pausa.

Luego una sonrisa. —Trato.

Una mesa fue despejada. Los espectadores se reunieron, hambrientos de sangre o brillantez. En este mundo, ningún nombre importaba. Ningún título. Solo nervio y habilidad.

El repartidor sacó la baraja. Las cartas susurraron contra el fieltro mientras eran repartidas.

Spectrum se inclinó hacia adelante, dedos tamborileando.

—¿Apuestas altas? —dijo.

Davis asintió. —En cualquier momento.

Cuando se colocó la primera mano, la habitación se quedó en silencio. Un movimiento equivocado, una vacilación, y la noche podría inclinarse hacia el caos. Pero Davis no parpadeó.

Lo que siguió fue una danza de miradas, gestos y silencio. Davis jugó con precisión inquebrantable, retirándose, aumentando, llamando faroles con calma ilegible.

Spectrum contraatacó bien, no era ningún tonto, pero lentamente, la tensión creció. Cada victoria que Davis obtenía comenzaba a rascar la memoria de Spectrum.

En la mano final, Davis colocó sus cartas. Escalera de color.

Un jadeo recorrió la habitación.

Spectrum exhaló profundamente, recostándose en su silla, aturdido. —¿Cómo has estado? ¿Tanto tiempo?

—¿Has recordado quién soy? —sonrió Davis.

Spectrum suspiró —solo hay una persona que puede vencerme con mi propio método—Raven.

Momentos después, se sentaron en una mesa apartada. Dos vasos de whisky entre ellos. Los recuerdos volvieron mientras hablaban en voz baja, Spectrum asintiendo con cada detalle que Davis recordaba.

—¿Encontraste a tu hermana? —preguntó Spectrum.

La mandíbula de Davis se tensó. —Recientemente.

Spectrum asintió —Estoy realmente feliz y agradecido, si nunca hubieras intervenido, tal vez hace tiempo que habría desaparecido de la faz de la tierra.

Un momento pasó.

Spectrum se inclinó. —Nunca pensé que también estarías interesado en el asunto Allen.

Davis se congeló. —¿Qué quieres decir?

—No eres el único husmeando. Los niveles superiores, sindicatos privados… todos quieren una parte de ello.

—¿Qué quieren? —preguntó Davis.

Los ojos de Spectrum se oscurecieron. —No se trata solo de qué. También se trata de quién. El Anciano Allen ha sido marcado. Y esta noche… es su fecha final.

El corazón de Davis se saltó un latido.

El ruido del casino regresó, pero para él, el mundo quedó en silencio.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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