Capítulo 180: Lyander Wolfhart 30
El cielo colgaba bajo y pesado a la mañana siguiente, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración.
Lyander se encontraba en el corazón de la fortaleza Stonefang, flanqueado por chamanes y ancianos, sus heridas rígidas bajo vendajes frescos.
A pesar del cansancio en sus huesos, su espalda estaba recta, su mandíbula firme. Hoy se decidiría el destino de algo más que solo él mismo. Determinaría si su rebelión tenía la columna vertebral para levantarse.
Al otro lado de la cámara, el Alfa Kaius se recostaba en su trono tallado en piedra, con los dedos tamborileando sobre el reposabrazos. Sus ojos —pálidos como el hielo y cortantes— se estrecharon sobre Lyander como un lobo evaluando a un enemigo. Sus heridas eran peores y aún estaban sanando.
La tensión en el aire crepitaba como una espada desenvainada.
—Esperas una alianza —dijo Kaius por fin, con voz profunda y deliberada—. Pero no confundas tu pequeña victoria con un trono. Puede que hayas sobrevivido al ritual, obtenido la bendición del chamán y entrado aquí como algún príncipe perdido de lo salvaje, pero no olvido quién eres, renegado. Le diste la espalda a la vida en manada una vez. ¿Por qué deberíamos creer que mantendrás la línea ahora?
Lyander no se inmutó.
—Porque Rhett no se detendrá hasta que cada Alfa se arrodille o muera. Porque no solo viene por mí. Viene por todos nosotros que aún valoramos la libertad. Y si crees que la neutralidad te protegerá, entonces no has estado prestando atención.
Kaius se levantó de su trono, imponente y ancho, una montaña viviente de músculo y amenaza. Los lobos detrás de él se erizaron, algunos gruñendo por lo bajo.
Pero Lyander se mantuvo firme.
Podía sentir la presencia de Liora cerca de la entrada. No se le permitía entrar en este espacio sagrado, pero sabía que estaba escuchando, con el corazón acelerado, siempre atada a su caos como un hilo de luz.
Kaius circuló lentamente, como una bestia sopesando a su presa.
—No me agradas —dijo el Alfa sin rodeos—. Nunca me has agradado. Eres demasiado salvaje. Demasiado impredecible. No sigues reglas, las rompes. Pero odio más a Rhett. Es una sanguijuela con piel de lobo. Un autoproclamado ‘Silver Alpha’ con complejo de dios, embriagado con linajes antiguos y un imperio que murió hace generaciones.
Se detuvo frente a Lyander.
—Si él gana, todos perdemos. Nuestras tierras, nuestros nombres, nuestro derecho a liderar a los nuestros. Nos despojará hasta que no seamos mejores que sus perros: obedientes, quebrados, controlados.
El silencio pulsaba entre ellos.
Kaius extendió una mano.
—¿Quieres una alianza? La tienes. Pero si flaqueas, si te das la vuelta o dudas cuando comience la guerra, te acabaré incluso a costa de mi vida.
Lyander estrechó su mano sin vacilar. —Trato hecho.
Mientras la manada comenzaba a aullar en reconocimiento, el sonido crudo y primario, Lyander se volvió ligeramente, lo suficiente para captar la silueta de Liora en el corredor. Tenía los brazos cruzados, una ceja levantada en señal de aprobación.
Sus ojos se encontraron. La conexión entre ellos no necesitaba palabras.
=== 🖤 ===
Los meses siguientes se desarrollaron como el lento avance de un frente de tormenta: ganando impulso, hinchándose en silencio antes del inevitable choque.
La noticia se extendió por los territorios del norte: el Alfa renegado había ganado el respaldo de los Stonefang. Los vientos cambiaron, y las manadas comenzaron a elegir bandos.
Algunos se inclinaron ante la causa de Lyander, dispuestos a enfrentarse a la tiranía de Silvermoon. Alfas cansados desde hace tiempo de las manipulaciones de Rhett encontraron esperanza en la rebelión de Lyander y Henry. Llegaron en bandas harapientas y séquitos regios, trayendo guerreros, sanadores y exploradores.
Otros permanecieron obstinadamente neutrales: manadas envejecidas que no querían más derramamiento de sangre, que temían perder lo poco que les quedaba.
Un puñado —peligrosamente pocos, pero mortales de igual manera— se pusieron del lado de Rhett. Prometidos tierras, riquezas y rangos elevados, vendieron su lealtad como moneda.
Y en medio del caos, Lyander y Liora se acercaron cada vez más.
Él la encontraba a menudo en lugares tranquilos: los campos de entrenamiento al amanecer, observando a los lobos luchar desde las sombras; el jardín del acantilado donde las flores lunares florecían a pesar del frío; la vieja biblioteca donde tomos escritos en runas medio olvidadas esperaban ser comprendidos.
—Lees como si estuvieras buscando un plan de escape —le dijo una vez, apoyándose contra la pared mientras ella pasaba los dedos por una página.
—Leo como alguien que no quiere morir estúpida —respondió ella secamente.
Compartían lenguas afiladas y silencios aún más afilados. Pero debajo, algo más cálido pulsaba.
Estaba en la forma en que los ojos de Lyander se suavizaban —solo una fracción— cuando la miraba.
Estaba en la forma en que Liora, que una vez no quiso saber nada de hombres lobo, ahora se paraba junto a ellos en reuniones estratégicas, ofreciendo perspectivas que nadie más consideraba. Humana podría ser, pero ya no era una extraña.
Él le enseñó a luchar, a leer los signos de un viento cambiante o una trampa de cazador. Ella lo provocaba sin piedad, burlándose de sus silencios melancólicos y su dramático caminar.
Pero cuando ella tropezó durante un combate y se torció el tobillo, fue Lyander quien la levantó sin preguntar. Quien se negó a dejar que alguien más la atendiera, incluso mientras ladraba órdenes a los guerreros que seguían entrenando.
—Complejo de Alfa —murmuró ella, mirándolo con el ceño fruncido desde su asiento en una roca.
Él solo sonrió con suficiencia. —O tal vez simplemente me gusta llevarte en brazos.
=== 🖤 ===
Las batallas aún no habían comenzado, pero la guerra ya había dejado su marca.
Exploradores fueron capturados. Una manada aliada fue emboscada en la noche, la cabeza de su Alfa enviada de vuelta en una caja negra.
La influencia de Rhett se filtraba como veneno, convirtiendo a viejos amigos en enemigos con promesas susurradas y antiguos rencores.
Una noche sin luna, un emisario solitario del campamento de Rhett llegó a sus puertas. Trajo un pergamino sellado con el escudo de Silvermoon: una oferta final.
Rendirse.
Inclinarse.
Jurar lealtad y vivir.
O morir con el resto.
Lyander quemó la carta en el pozo de fuego ante toda la hueste reunida. Sus ojos brillaban dorados en las llamas.
—Que venga Rhett —gruñó—. Que lo intente.
=== 🖤 ===
En privado, las cosas eran diferentes.
Liora se encontraba mirando a Lyander más tiempo del que pretendía. En la forma en que sus hombros se movían cuando entrenaba. En los momentos tranquilos cuando el peso del liderazgo se deslizaba, y él simplemente era: solo un hombre tratando de hacer lo correcto.
Una noche, después de una larga reunión estratégica que se extendió más allá de la medianoche, lo encontró en la azotea con vista al bosque.
—¿Estás bien? —preguntó ella, adentrándose en la brisa.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com