283: Extorsión 283: Extorsión Unos minutos después de haber comenzado a trabajar en la mesa, el teléfono de Stella vibró, indicando la llegada de un nuevo mensaje.
Lanzó una mirada furtiva al dispositivo situado junto a la pantalla de su computadora, una sonrisa de complicidad tirando de sus labios.
—Matteo, tú pícaro…
—Sus pensamientos se truncaron cuando su mirada se fijó en el nombre del remitente.
Una ola de incertidumbre y especulación la invadió, transformando su sonrisa en una expresión fría y tensa.
El mensaje provenía de un número desconocido, dejándola sin otra opción que abrirlo.
Con un toque reticente, desplegó el mensaje, y lo que vio le envió un escalofrío de terror a los huesos, dejándola completamente inmóvil.
—Te ves tan feliz, ¿acaso él se da cuenta de qué clase de puta eres en realidad?
—Mientras asimilaba el perturbador mensaje, el remitente inundaba la sala de chat con una ráfaga de videos y fotos.
Con una mezcla de ansiedad y temor, agarró su teléfono, con los dedos temblando mientras tocaba una de las imágenes.
Si había estado aterrorizada momentos antes, las emociones que la atravesaban ahora eran semejantes al temblor de alguien que enfrenta su ejecución inminente.
Ante sus ojos yacía una fotografía mostrando su rostro, manchado con una sustancia inequívocamente identificada como semen.
Su mano se aflojó, el teléfono se le resbaló de las manos y cayó sobre la mesa con un golpe sordo.
Era como si su cerebro hubiera perdido momentáneamente la conexión con su cuerpo, su visión titilante.
Sacudiendo vigorosamente su cabeza, luchó por recuperar la compostura.
No podía permitirse desvanecerse.
Necesitaba una mente clara para enfrentar a este torturador desconocido.
Recuperó su teléfono, tecleando con determinación una respuesta.
—¿¡Quién eres?!
—Unos segundos después de haber enviado el mensaje, llegó otro.
—Si quieres preservar tu relación, 10 millones de dólares en 24 horas.
La ubicación se proporcionará una vez que tengas el dinero preparado.
******
—Buen trabajo, Stella —saludó la recepcionista cuando salió de la oficina de Matteo, después de haber entregado algunos informes impresos.
—Gracias, Sra.
Gerardo.
Tú también estás haciendo un gran trabajo —respondió Stella afectuosamente, volviendo a su mecanografía hasta que la recepcionista estuvo fuera de vista.
Cuando las puertas del ascensor se cerraron, la expresión de Stella cambió de la alegría previa a una más sombría.
La dolorosa verdad era que ella sola cargaba con el peso de su secreto.
Sin que nadie lo supiera, ni siquiera Matteo, estaba lidiando con una pesada carga de su pasado.
Aunque deseaba que pudiera permanecer oculto, se encontraba incapaz de ignorar los espeluznantes recuerdos que ahora habían resurgido.
Se estremeció ligeramente mientras las actividades que en su pasado le resultaron placenteras permanecían incómodamente en su mente.
Y por primera vez, en toda su vida, se cuestionó qué la había poseído para involucrarse en esas acciones en primer lugar.
Ciertamente, Stella no estaba tan desesperada por compañía como para sucumbir a lo que la mayoría clasificaría como abuso y trata.
Sin embargo, cuanto más profundizaba en sus pensamientos, más comenzaba a comprender la inquietante verdad: había sido realmente así.
Consideró revisar esos recuerdos atormentadores, ahondando en los abismos de su pasado para descifrar cualquier patrón recurrente en su relación con Matteo.
Sin embargo, la oscuridad de esos recuerdos resultó ser una carga insoportable, y no podía imaginar atravesar ese doloroso terreno de nuevo.
En un movimiento brusco, golpeó sus manos sobre el escritorio, sacudiéndose de vuelta a la realidad presente.
Sus respiraciones venían en ráfagas entrecortadas, como si acabara de completar un maratón agotador.
En realidad, su mente había desvelado su pasado como un corredor alineado con espejos, cada uno reflejando una instantánea vívida de sus experiencias, y la intensidad era casi abrumadora.
Sepoyando pesadamente su rostro en sus manos temblorosas y contra el escritorio, Stella dejó fluir las lágrimas que había retenido durante todo el día.
Había soportado sus cargas en soledad durante demasiado tiempo, confiando únicamente en su amiga Beatriz.
Pero los eventos recientes habían estirado los límites de lo que incluso podría compartir con su confidente de mayor confianza, quien había hecho mucho para iluminar su vida.
Estando separada por un largo período, Stella se había vuelto extremadamente consciente de sus umbrales emocionales: lo que podía soportar escuchar, lo que podía resistir y lo que la empujaría al límite.
A pesar de la urgencia imperiosa de la situación, no estaba dispuesta a probar esos límites en ese momento.
—No es momento para lágrimas —se reprendió a sí misma.
Se levantó con una intensidad repentina que casi hizo caer su silla hacia atrás.
En medio de la ráfaga de sus movimientos, revolvió su escritorio, recogiendo sus blocs de notas y objetos varios mientras se preparaba para terminar su día.
El reloj había pasado de las diez, los minutos se deslizaban mientras permanecía en la oficina, superando la permanencia de sus colegas debido a su rol como secretaria personal de Matteo.
Como él había predicho, el día había sido un aluvión de tareas, suficientes para mantenerlo cautivo en su espacio de trabajo hasta altas horas de la noche.
Aunque Matteo inicialmente insistió en manejar todo solo, Stella había logrado persuadirlo para que le permitiera compartir la carga.
En consecuencia, se encontró quemando el aceite de medianoche junto a él.
Desde una perspectiva externa, podría haber parecido que estaba silenciosamente empacando, preparándose para partir.
Sin embargo, su mente estaba lejos de estar en silencio.
En medio de sus acciones prácticas, estaba encerrada en un ciclo implacable de reflexiones, estrategizando repetidamente su respuesta a las demandas del remitente.
—¡Stella!
—La resonante voz barítona de Matteo interrumpió inesperadamente el aire, devolviéndola instantáneamente al momento presente.
Sorprendida, levantó la vista, su mirada encontrándose con la suya en una mezcla de sorpresa y aprensión.
—Señor—digo, Matteo —tartamudeó ella, con un tono de voz que llevaba un atisbo de timidez.
Detectó un leve alzamiento de su ceja, una pregunta silenciosa formándose en su expresión ante su reacción inusual al ser abordada.
¡Reacciona, puta!
se reprendió a sí misma por dentro, esforzándose por encontrar su equilibrio.
Mientras Matteo se acercaba a su escritorio, su corazón aceleró su ritmo, la proximidad de su presencia intensificando su autoconciencia.
—¿Todo bien?
—preguntó él, sus ojos observadores la evaluaban con una mezcla de preocupación y curiosidad.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com