274: Entrar 274: Entrar —¿Remo?
¿Qué diablos haces aquí?
¿Cómo sabías que esta era mi puerta?
—preguntó de una vez, mirando detrás de él para ver si alguien más había venido con él, parecía ser la única persona.
—¿Así es como recibes a un invitado?
Vamos, ¿no me vas a dejar entrar?
—se quejaba juguetonamente, alzando la mano a su mejilla y acariciándola levemente.
Ella apartó su cara de su agarre de un tirón.
—Nunca te invité, y si ese es el caso, entonces no creo que esté obligada a invitarte a mi casa.
¿¡Quién diablos hace eso!?
—preguntó, la exasperación alimentando su tono.
—¿Hacer qué?
—preguntó él con indiferencia.
Se hizo paso más allá de ella y entró a su casa, dirigiéndose directamente a su cocina y abriendo la nevera.
—¡¿Pero qué mierda es esto?!
No te invité a mi casa, Remo.
—gritó, cerrando la puerta detrás de ella y yendo hacia la nevera donde él estaba parado ahora.
—Pero yo me invité.
Después de todo, ¿no somos amigos?
¿Los amigos tienen que pedir permiso a los amigos para estar en su dominio?
No lo creo.
—respondió con una sonrisa, sacando un bote de leche y un vaso.
Ella se acercó a él, le arrebató el bote de las manos y lo devolvió a la nevera.
—No recuerdo haberte pedido en ningún momento que fuéramos amigos.
Ahora que sabes eso, sugiero que de la misma manera que entraste, encuentres la forma de salir.
—ordenó con tono firme, su mirada igualmente fija en él de manera desafiante.
Él se volvió para mirarla, observando su pose desafiante.
Pasaron unos segundos, y luego comenzó a caminar hacia ella.
A pesar de su movimiento depredador, ella se quedó inmóvil en su sitio, sus ojos clavados en los suyos.
Cuando estaban a solo unas pocas pulgadas de distancia, acercó su cara a la de ella y luego habló.
—Me considero un sadista y un psicópata, que haría lo que fuera para conseguir lo que quiere, y cuando digo eso, deberías saber que lo digo en serio.
En este caso, eres tú la que quiero.
Sin embargo, respeto tanto a mi hermano, que decidí tener misericordia de su propiedad.
—¿Pero qué demonios?!
¿Su propiedad?!
¿Qué estás— Mientras ella seguía hablando, él le sujetó la mandíbula entre su pulgar e índice y acercó su cara a la de ella.
—Si no fueras de él, Stella, te habría follado tan fuerte, que no tendrías fuerzas para volver a tu apartamento como lo hiciste hace un momento.
—le susurró contra los labios, su aliento acariciando su barbilla.
Cada palabra de él le hacía retorcerse por dentro, insinuando la posibilidad de que pudiera hacer justo lo que había dicho.
Supongo que la sensualidad viene en la sangre.
—pensó ella para sí misma, la pánico llenando su ser.
Después de lo que pareció horas, liberó su cara con una risa, dirigiéndose a su cama y acomodándose en ella.
—Deberías ver tu cara ahora mismo, ¿te asusté tanto?
—preguntó, riéndose burlonamente mientras llevaba sus manos bajo su cabeza para apoyarse en una posición cómoda.
Stella, por otro lado, permanecía parada donde estaba, observándolo desde la perspectiva de un depredador.
Sin embargo, estaba impotente ante sus caprichos.
—¿Qué quieres?
—preguntó ella acaloradamente, su rabia vertiéndose a través de sus palabras.
—Quiero que me digas qué está pasando entre tú y mi hermano.
Ella apartó la mirada de él, considerando su pregunta por un minuto.
Al principio, no veía la necesidad de decirle lo que pasaba entre ellos.
Pero luego, recordó que estaba tratando con su hermano, y ese hecho solo, le daba a él todas las vías para conocer la verdad sobre la pregunta que acababa de hacer.
Sin embargo, no había una manera definitiva de responderla, y por eso no estaba segura de qué decirle.
—Es complicado —afirmó simplemente, su mano instintivamente cerrándose alrededor de su cuello mientras lo acariciaba levemente, buscando un momento de consuelo ante el estrés creciente.
Remo, con una sonrisa burlona, se puso de pie y se acercó a ella.
—A juzgar por cómo se ve, ambos parecen estar teniendo los peores días de sus vidas.
Pero ya que me he cruzado contigo, estoy dispuesto a hacer algo para ayudar —ofreció.
Al escuchar sus palabras, ella levantó la mirada, una chispa de esperanza encontrando un lugar dentro de ella.
—¿Estás…
dispuesto a ayudar?
—preguntó ella tímidamente.
—Sí, Stella —respondió él, su palma una vez más posándose en su cara.
—Si alguna vez necesitas una distracción, estoy completamente a tu disposición.
En el momento en que esas palabras escaparon de sus labios, su expresión se contorsionó a una de irritación.
Ella rápidamente apartó su muñeca y exclamó, —¡Puaj!
¡Asqueroso!
Él soltó una carcajada y le plantó un beso juguetón en la mejilla.
En ese preciso momento, un suave toque resonó por la habitación, sacando abruptamente a ambos de su burbuja íntima.
Sus miradas se desviaron rápidamente hacia la puerta, cada uno aprensivo sobre lo que había al otro lado.
—¿Esperas a alguien?
—Remo susurró cautelosamente, su voz llena de una tensión subyacente.
—Nunca.
Solo tengo una amiga y está fuera de la ciudad —respondió Stella, su propia voz teñida de incertidumbre.
Segundos después, el picaporte comenzó a girar.
Reaccionando instintivamente, Remo sacó un arma de su cintura, apuntándola hacia la entrada.
Los ojos de Stella se abrieron de par en par por el shock mientras observaba la escena que se desplegaba ante ella.
—Ponte detrás de mí —susurró con urgencia, agarrando sus brazos y guiándolos para que rodearan su cintura.
Ella obedeció, posicionándose detrás de él, sus brazos cerrados alrededor de su propio torso en un agarre firme.
La puerta se abrió de golpe, revelando a Matteo, sosteniendo una caja de chocolates y un ramo de flores considerable en una canasta.
Su expresión transmitía una potente mezcla de shock y angustia.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com