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Capítulo 446: FAMILIA MUERTA/ FAMILIA TRAICIONADA

El sol se había puesto más allá de los árboles frondosos cuando Marro finalmente se atrevió a moverse. Había permanecido oculto bajo el hueco durante horas, congelado de miedo y desesperación. Su pequeño cuerpo dolía, los músculos estaban acalambrados por la quietud, pero lo peor era el pesado silencio que aprisionaba sus oídos, el tipo de silencio que le decía que algo había salido terriblemente mal.

No más voces. No más pasos. No más búsquedas.

Solo… silencio.

Lentamente, con cautela, emergió, quitándose las hojas secas y la suciedad. Sus palmas estaban raspadas, y la pulsera que había luchado tanto por proteger ahora se sentía fría y pesada en su bolsillo. Sus piernas temblaban cuando se puso de pie.

Necesitaba ver a su amigo casi muerto, pero luego necesitaba ir a casa.

Necesitaba verlos.

Quizás ellos también estaban escondidos. Quizás estaban esperándolo.

El camino de regreso al pueblo de la manada estaba desierto.

Ni un solo aullido resonaba en el aire nocturno. Solo el susurro del viento en los árboles y el lejano graznido de un pájaro.

Se mantuvo en las sombras, moviéndose bajo y en silencio, tal como su padre le había enseñado durante esas cacerías nocturnas.

Mientras se acercaba a las afueras del pueblo, el aire se volvió extraño.

Denso. Ahumado.

Su nariz se contrajo con el olor de la sangre.

Pero no había guardias. No había patrullas. No había antorchas.

Eso era lo que lo empeoraba.

Se deslizó detrás de la última casa, su corazón latiendo en su pecho como un tambor de guerra. Entonces, finalmente, sus ojos encontraron su casa: el techo torcido, la cerca rota que su madre siempre le rogaba a su padre que arreglara, la única lámpara aún parpadeando en la ventana delantera.

Pero se sentía mal.

Demasiado tranquilo. Demasiado quieto.

Se acercó lentamente, con los ojos escudriñándolo todo. El patio delantero parecía intacto. Sin sangre, sin desorden, sin señales de lucha.

Y entonces lo vio.

El cuerpo de su padre yacía extendido en la puerta principal, un charco seco de rojo manchando la tierra a su alrededor.

Su cabeza estaba inclinada de manera antinatural, sus ojos vidriosos y abiertos, labios entreabiertos como si todavía intentara hablar.

Marro dejó de respirar.

Sus rodillas cedieron y se tambaleó hacia adelante, con los labios temblorosos. —P–Papá?

Sin respuesta.

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—Papá…

Se dejó caer a su lado, agarrando su brazo con manos temblorosas. Estaba frío.

Se había ido.

La respiración de Marro llegó en jadeos superficiales. Las lágrimas nublaron su visión mientras aferraba la mano rígida e inmóvil, sollozando ahora. —Papá, no… no, por favor…

Lloró hasta que las estrellas aparecieron arriba.

Entonces algo se rompió dentro de él.

Mamá.

Fabián.

Se levantó y empujó la puerta delantera abierta, gritando —¿Mamá? ¡¿Fabián?! —Su voz se quebró, áspera y aguda.— ¡Soy yo! ¡Estoy en casa!

Sin respuesta.

Revolvió la casa como una tormenta, abriendo puertas, buscando debajo de las camas, detrás de los muebles.

Nada.

Sin señales de vida. Sin calor.

—¡Mamá! —gritó de nuevo, frenético, las lágrimas cayendo sin control.— ¡¿Fabián?!

El silencio gritaba más fuerte.

Luego se volvió hacia la puerta trasera. Estaba apenas cerrada, una mancha de sangre a lo largo del pomo.

Sus manos temblaban mientras la alcanzaba, y en el momento en que se abrió con un crujido, se tambaleó hacia atrás con un grito ahogado.

Su madre yacía en la hierba detrás de la casa, su cuerpo inclinado hacia adelante como si hubiera estado tratando de arrastrarse. Su cabello estaba empapado en sangre. Sus brazos flácidos.

Junto a ella, Fabián.

Su hermano mayor.

Caído hacia adelante. Ojos cerrados.

Marro se derrumbó sobre sus rodillas y se arrastró hacia ella, sollozando mientras se arrojaba en sus brazos. —Mamá, despierta… por favor despierta… lo siento… debería haber llegado antes…

Ella no se movió.

Su piel estaba pálida. Su cuerpo ya enfriándose.

Se aferró a ella, aullando, el sonido perforando la quietud de la noche.

—Por favor…

“`

“`No sabía cuánto tiempo lloró, minutos, horas, para siempre, pero entonces lo sintió.

Alguien se acercaba.

Levantó la cabeza, sorbiendo, los oídos afilados como los de su padre habían sido. Estaba listo para correr, listo para pelear, pero entonces…

—¿Marro? —vino una voz suave.

Se giró y la vio. Una mujer, cubierta con una capa y sin aliento, estaba de pie en la puerta trasera. Sus ojos se fijaron en los de él, y su mano voló a su boca con horror al ver los cuerpos.

—Tía Lydia… —susurró.

Ella corrió hacia él.

—Oh dioses —exhaló, arrodillándose a su lado—. Marro, dulce niño…

Se lanzó a sus brazos, sollozando de nuevo, su voz áspera y rota. —Los mataron… los mataron a todos…

Ella lo sostuvo con fuerza. —Lo siento mucho, amor. Lo siento mucho…

Sus manos temblaron mientras lo mecía. —Necesitamos irnos. No podemos quedarnos aquí.

Él se aferró a ella, demasiado roto para hablar.

~~~~~~~~~

Lidia lo llevó a su pequeña cabaña, situada justo más allá de la orilla del río al borde del bosque.

Su esposo, Delek, apenas dijo una palabra cuando llegaron, solo asintió y se hizo a un lado.

Alimentó a Marro con caldo caliente con trozos de pan, susurrando cosas suaves y acariciando su cabello hasta que se quedó dormido inquietamente en una camilla en su habitación de invitados.

La noche avanzó lentamente.

Pero Marro no estaba tan dormido como parecía.

Se movió cuando las voces flotaron a través de la pared.

—Le dije a los guardias —dijo Delek, su voz áspera y apagada.

—¿Qué? —Lidia jadeó.

—¡Dijiste que necesitábamos monedas! Necesitábamos seguridad. La recompensa por la cabeza de ese mocoso vale una fortuna.

—¿Se lo dijiste? Después de lo que le pasó a ella? Delek, mataron a mi hermana…

—¿Y? ¿Por qué lloras por esa chica estúpida y su compañero patético? No eran nada. Nunca tuvieron nada. Ahora finalmente tenemos algo.

La voz de Lidia se quebró. —Yo solo… no pensé que esto llegaría tan lejos.

Delek se burló. —No te ablandes. Deberías agradecerme. Siempre dijiste que tu hermana pensaba que era mejor que tú. Bueno, ahora está muerta y somos ricos.

Una pausa.

—Necesito ver al chico —dijo Lidia de repente.

—No —dijo Delek—. Déjalo dormir.

—Solo quiero asegurarme de que esté bien…

—Está bien. Pero no lo despiertes.

Abrió la puerta de la habitación de invitados lentamente.

Pero la cama estaba vacía.

La manta tirada a un lado.

La cortina ondeando.

Se había ido.

⸻

Marro corrió por el oscuro bosque con los pies descalzos y las mejillas surcadas por lágrimas. El dolor en su pecho pulsaba con cada paso, pero no se detuvo. No podía detenerse.

No ahora.

No después de escuchar eso.

Su tía—la hermana de su madre—los había traicionado. Les dejó morir.

Tropezó pero se recuperó, la respiración entrecortada.

Lo habían vendido por oro.

Toda su familia se había ido, y era por su culpa.

Por una estúpida pulsera.

No sabía hacia dónde corría. No le importaba.

Todo lo que sabía era que ya no podía confiar en nadie.

Y nunca dejaría de correr.

No hasta encontrar la verdad.

No hasta que alguien pagara.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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