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  3. Capítulo 444 - Capítulo 444: EL ERROR DE MARRO
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Capítulo 444: EL ERROR DE MARRO

Marro había estado confinado en la casa durante veinticuatro horas y su madre había puesto un ojo vigilante en él, asegurándose de que nunca se alejase demasiado.

Marro estaba tan angustiado y todo lo que podía pensar era en su amigo moribundo en el bosque.

—¿Y si ahora estaba muerto? ¿O lo habían encontrado?

Había intentado lo mejor para alejarse de casa, pero su madre había monitoreado cada movimiento, haciéndolo imposible siquiera hacer algo.

Estaba tan frustrado que le empezaba a picar la piel.

Ahora su madre le hacía hacer las tareas mientras su padre y hermano se iban con la manada.

Era ya sea lavar la ropa o fregar los pisos o lavar los platos.

Lo que sea que su madre le dijese.

Todavía estaba muy molesto con ella porque fue la razón por la que no se le permitía salir de la casa.

Ella le había dicho que no le diría a su padre y aun así lo hizo.

Apenas hablaba con ella.

Cuando ella le decía que hiciera algo, lo hacía sin siquiera quejarse o mirarla.

Y él sabía que ella estaba infeliz por ello. Pero a él no le importaba.

Porque si ella no lo hubiera reportado a su padre, él habría salvado a la manada.

Él habría sido el que salvara al hombre que estaba muriendo en el pueblo.

Él es la clave para su salvación y libertad del tirano Cazador Alfa Renegado.

También le daría a Marro la oportunidad de que su familia lo viera como un lobo adecuado y no solo como un cachorro.

Sus padres lo menospreciaban y lo trataban como un bebé cuando él era mucho más que eso.

Mientras recogía la ropa del fondo del tendedero, su madre lo miró.

—¡Marro! —ella dijo—. Ven adentro.

Él terminó de recoger la ropa y luego fue a buscarla en la cocina.

—¿Has terminado con tus tareas? —ella le preguntó.

—Sí, ma —él asintió aunque se negó a mirarla.

Ella suspiró débilmente.

—Marro, no te reporté a tu padre porque te odiara ni nada —ella expresó—. Estaba preocupada por ti. Y mira lo que llegó diciendo sobre la manada rival que ha tomado nuestra manada. Solo quiero protegerte.

Él asintió entumecido y aun así se negó a decir una palabra.

Ella suspiró profundamente mirando alrededor y luego se puso las manos en la cintura.

—La diosa sabe que estoy cometiendo el mayor error de mi vida —ella suspiró profundamente y luego aclaró su garganta—. Puedes salir —ella dijo y su rostro se iluminó—. Pero solo por una hora. Sé que te gusta cazar conejos, así que no vayas más allá de la línea de caza. Y escúchame, solo una hora.

Él asintió emocionado y luego la abrazó.

Corrió a su habitación y tomó la banda de muñeca con la marca dorada que le había dado su amigo antes de ponerla en su bolsa de caza.

Reunió todo lo que necesitaba y salió corriendo de la habitación.

—¡Una hora! —su madre gritó detrás de él.

—Sí, ma —él dijo agitándose mientras seguía su camino.

Una vez fuera de la vista de la casa de sus padres, miró a izquierda y derecha preguntándose a dónde iría.

—¿Debería ir a buscar a su amigo?

Estaba preocupado de que estuviera muerto o al borde de ello.

Tenía un poco de queso y pan guardados en su bolsa, suficiente para alimentarlo.

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Pero calculó su tiempo.

Sólo tenía una hora.

Para cuando fuera al bosque a encontrar a su amigo, ya habría pasado una hora. Pero si iba a las afueras de la manada y a la manada vecina y entregaba la banda de muñeca, tomaría bien más de cuatro horas.

No tenía ese tiempo.

Rascó su cerebro preguntándose qué hacer.

Entonces se le ocurrió que la gente pagaba para que los pájaros entregaran mensajes.

Podría ir al mercado y hacerlo. De esa forma podría pagar y enviarlo a la manada vecina y aún regresar a tiempo para ver a su amigo.

Revisó su bolsa y encontró una pequeña bolsa de monedas que había ahorrado toda su vida.

Luego se dirigió directamente al mercado.

Fue en su camino y en quince minutos ya estaba en el mercado concurrido.

La gente estaba comprando y vendiendo, llamando por sus productos.

Miró a través de las casetas mientras se aseguraba de ser cuidadoso.

Si alguien que conocía a su familia lo reconocía, estaría en un gran problema.

Su madre tendría problemas con su padre por dejarlo salir.

Pasó por las casetas con la cabeza bien inclinada hasta que encontró una mujer en sus cuarenta con pájaros.

—Me gustaría enviar un mensaje —él dijo.

Ella lo miró.

—¿No eres un poco joven para eso?

—Es para mi tía —él dijo—. Mi madre lo está enviando a mi tía.

—Por supuesto —ella dijo—. ¿Qué manada?

—¿Manada de Carbón? —él dijo.

—Eso serían veinte loberos —ella dijo.

Sus ojos se abrieron de par en par en shock.

—¿Veinte loberos? —él dijo con incredulidad—. Eso es mucho dinero.

—Ese es el precio, niño —ella dijo arrugando la cara—. O lo tomas o lo dejas. Las cosas están difíciles.

Él revisó su bolsa y contó.

Tenía virtualmente veintidós loberos. Eso eran sus ahorros de toda la vida.

Todo lo que tenía en su posesión.

Suspiró y contó veinte antes de entregárselos a la mujer.

—Ahora podemos hacer negocios —la mujer dijo una vez que había contado el dinero y lo había guardado.

Él sacó un papel y pidió una pluma.

Luego escribió un mensaje diciendo a la gente de la Manada de Carbón que el hombre que poseía la banda de cuero necesitaba ayuda.

Una vez que terminó, lo dobló cuidadosamente y luego le entregó la banda de muñeca a la mujer.

Sus ojos se abrieron de par en par.

—Esto es bastante hermoso —la mujer dijo—. ¿De dónde lo sacaste?

—Es para mi madre a su hermana —él dijo tenso y su corazón acelerado.

—Por supuesto —dijo la mujer.

Él vio que ella miró con el rabillo del ojo a unos guardias de aspecto aterrador.

Y Marro supo instantáneamente.

Estaba en problemas.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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