Capítulo 972: 972 Los Recuerdos De Nast Capítulo 972: 972 Los Recuerdos De Nast Editor: Nyoi-Bo Studio Con la presión sobre su marioneta aliviada, Klein casualmente acercó una silla y la colocó cerca de la puerta, sentándose frente al Rey de los Cinco Mares Nast con toda la cabina separándolos.
Aunque el Rey Pirata tenía más de 1,9 metros de altura y estaba sentado sobre la plataforma negra elevada, lo que le permitía mirar hacia abajo de manera dominante, Klein no adoptó una actitud subordinada en ese encuentro.
Se puso nuevamente su alto sombrero de copa.
Después de un breve silencio, Nast, quien tenía el título oficial de Conde de Arce Blanco, dijo con un tono solemne: —Dame una razón por la que debería responder a tu pregunta.
El delgado cuerpo de Klein se recostó casualmente al decir: —No necesitará escuchar la misma solicitud cuando necesite intercambiar algo conmigo en el futuro.
Los oscuros destellos de luz roja parpadearon en los ojos negros de Nast mientras respondía: —Básicamente conozco a todos los santos activos en este mundo, pero eso no te incluye a ti.
Klein acarició la máscara de plumas sobre su cara y se echó a reír.
Sin responder directamente, en cambio preguntó: —¿Has conocido a Zaratul?
—Me topé con él un par de veces en el palacio del Emperador Roselle.
También llegué a interactuar con un buen número de miembros de la Orden Secreta —respondió Nast utilizando un tono tranquilo y directo, pero extremadamente dominante.
«Un buen número de miembros de la Orden Secreta…
Deberías presentarme con ellos cuando surja la oportunidad…» Klein no pudo evitar bromear por dentro.
Luego sonrió y dijo: —Yo también conocí a Zaratul.
Nast levantó la mano para acariciar su corta barba negra.
Su ya alta figura parecía crecer aún más, haciendo que la tensión en su cabina de capitán se volviera más sombría y dominante.
Después de unos segundos, miró a Klein desde lo alto, diciéndole: —Mi impresión del Emperador Roselle es muy simple: …Nadie es más adecuado que “Él” para ser el Emperador Negro.
No explicó a qué se refería con el título “Emperador Negro”, o qué quiso señalar con ello, ignorando si el semidiós frente a él comprendió o no sus palabras.
«Con que es así…
De las palabras de este Rey de los Cinco Mares se puede concluir que, aunque el en su diario el emperador menciona que recién se decidió en sus últimos años a mudarse a la ruta del Emperador Negro, encargándose de realizar los preparativos necesarios, posiblemente ya consideraba dichas inclinaciones desde mucho tiempo antes.
Inconscientemente expuso sus intenciones, inclusive preparándose con antelación en ciertos aspectos…» Pensó analizando lo dicho por el Rey de los Cinco Mares.
Creía que la impresión de Nast sobre el Emperador Roselle se limitaba a eso.
Después de todo, solo se habían visto unas pocas veces.
Por lo tanto, cambió de tema: —En los últimos años del emperador, ¿”Él” ordenó que tú o tu padre hicieran algo en secreto?
La corona de Nast se sacudió un poco al responder: —Alguien ya me hizo esa misma pregunta una vez.
Klein sonrió y preguntó con audacia: —¿Bernadette?
—Sí —acotó Nast sosteniendo ambos lados de su trono negro con las manos—: En aquel entonces, ella era muy joven e inmadura para haberme preguntado eso.
Comparando el acto de ordenarnos a mí y a mi padre hacer algo en secreto, con el nivel del Emperador Roselle en sus últimos años, ¿Cómo podría cualquiera lograr un mayor secreto de lo que “Él mismo” era capaz?
«Eso implica que actualmente soy tan inmaduro como Bernadette en ese entonces…» Pensó Klein soltando un suspiro antes de decir—: Las personas preocupadas por ese punto probablemente se aferren al más mínimo atisbo de esperanza.
Por eso también deseaba encontrarse con el Rey de los Cinco Mares tras ocultar el transatlántico.
Estaba tratando de encontrar pistas sobre la puerta de luz sobre la niebla gris en el mundo real.
Además de confirmar quién era el tercer transmigrador, tenía que profundizar en toda la vida del Emperador Roselle.
¡Esa era una decisión necesaria!
El oscuro resplandor rojo en los ojos de Nast se contrajo y se expandió: —¿Cuál es tu relación con el Emperador Roselle?
Klein pensó y dijo con calma: —Podemos ser considerados viejos amigos.
Después de todo, habían estado ante esa misteriosa puerta de luz, y los capullos en los que se encontraban eran adyacentes con solo un pequeño obstáculo separándolos.
Estuvieron colgando allí durante siglos o incluso milenios.
Esa era una conexión proveniente de la realidad, y en lo psicológico también “conectó” con “Él” tras leer múltiples entradas en el diario del emperador.
Klein llevaba bastante tiempo considerándolo un compatriota suyo.
Compartió sus mismos sentimientos sobre el hogar y la búsqueda de identidad.
Nast miró al delgado semidiós sentado junto a la puerta antes de retraer su mirada y decir solemnemente: —¿Alguna otra pregunta?
Klein ya estaba preparado.
Preguntó en un tono tranquilo: —¿Crees o sentiste que hubo algo anormal en el Emperador Roselle durante sus últimos años?
Nast, de rostro ligeramente arrugado, permaneció en silencio por varios segundos antes de decir: —No sé lo suficiente sobre “Él”, así que no pude notar nada anormal…
…Lo único que me hizo sentir extraño fue que cuando mi padre y yo nos encontrábamos con “Él”, “Él” se pararía frente a una ventana de piso a techo que miraba hacia el Oeste.
“Su” mirada se extendía a lo lejos.
Eso se replicaría en la mañana, al mediodía y a la tarde.
Y esa habitación no era la única con una ventana de piso a techo.
—Oeste…
Miraba a lo lejos…
¿Al Mar de Niebla?
Klein pareció murmurar para sí mismo como si analizara cada palabra.
Recordó que en el diario del emperador se mencionaba a una misteriosa isla primitiva, y recordó que el Abismo estaba escondido en algún lugar del Mar de Niebla.
Nast asintió levemente al acotar: —Esa también fue mi suposición.
«Uff…» Exhaló en silencio.
Después de cierta reflexión, se levantó y dijo—: Ya terminé con mis preguntas.
Perdóneme por mi intrusión.
Su Señoría, me pregunto si podría ayudarlo en alguna transacción.
Estaba cumpliendo su promesa.
Nast guardó silencio durante dos segundos y dijo: —Ayúdame a encontrar la Carta de Blasfemia que corresponde al Emperador Negro.
Por un instante, Klein sospechó que el Rey Pirata lo estaba sometiendo a una prueba, pero inmediatamente sintió que un semidiós desconocido tenía poco que ver con la carta del Emperador Negro.
Dijo con una sonrisa: —Haré mi mejor esfuerzo…
Sin embargo, las preguntas que hice no igualan el valor de una Carta de Blasfemia.
Si puedo obtenerla, se la intercambiaré por la información que contiene.
Por supuesto, solo podría proporcionar pistas sobre esa carta.
Nast acarició el reposabrazos de su trono negro como el hierro y dijo de manera inexpresiva: —Bien.
Klein se quitó el sombrero una vez más, hizo una reverencia y se volvió para retirarse, saliendo hacia a la cubierta.
Bajo las miradas del Vizconde del Horror Pájaro Mustang y el resto de la tripulación, levantó los brazos.
Su cuerpo se contrajo rápidamente al mismo tiempo que la máscara de plumas en su rostro se extendía.
En solo dos o tres segundos, toda su persona se convirtió en una ordinaria águila marina pelirroja.
Esa águila marina batió sus alas de inmediato, volando hacia la tormenta oscura, desapareciendo de la vista de los piratas del Emperador Negro.
«Eso es un semidiós…» Suspiró Pájaro Mustang mirando en el aire.
Aunque avanzar más allá de la 5ª Secuencia aumentaba la inclinación hacia la locura y hacia la pérdida del control, lo que hacía muy posible que los Beyonders fallaran en su avance, el título de ser un semidiós seguía siendo atractivo.
Si uno lograba dar ese paso con éxito, podría alcanzar la divinidad, permitiendo que su vida experimentara un cambio fundamental.
Ya sea en términos de vida útil o en poderes, superaría con creces a los humanos, lo que le otorgaría la capacidad de reinar sobre los demás.
En el transatlántico, Klein abandonó su control sobre el águila marina pelirroja, permitiéndole sumergirse en el mar como alimento para peces sin que nadie la viera.
Y en ese momento, los pasajeros a bordo seguían más que nerviosos porque veían que el Emperador Negro estaba peligrosamente cerca.
Ciertamente, deberían haberse acercado por completo hace unos minutos, pero por alguna razón, el Emperador Negro ignoró al transatlántico y siguió navegando hacia adelante.
Sin embargo, el transatlántico no aprovechó esta oportunidad para escapar, y en lugar de eso rodeó al Emperador Negro, manteniéndose a unos cientos de metros de la tenebrosa embarcación.
Esa extraña situación se mantuvo por un cierto tiempo hasta que una gran distancia se extendió entre ambos barcos.
El Emperador Negro navegó más allá del transatlántico y se dirigió hacia la tormentosa noche, desapareciendo.
Los pasajeros y la tripulación observaron eso sin comprender nada, percatándose de la realidad de la situación recién unos minutos después.
¡El Emperador Negro se había ido!
¡No intentaron saquearlos!
Varios pasajeros gritaron vítores mientras que otros tenían lágrimas en sus rostros.
Algunos cayeron al suelo, desplomándose al relajarse.
Solo unos pocos mantuvieron su lucidez, sintiéndose desconcertados por todo lo que había sucedido.
Sin embargo, no pudieron encontrar una respuesta que explicara la situación en cuestión.
Solo podían consolarse mutuamente.
«El Emperador Negro debe haber completado un saqueo hace poco.
Como se trata de trasatlántico normal y no de un carguero, ¡no les llamó la atención!» Mientras la euforia se extendía por todo el barco, Klein, ya con la apariencia de Dwayne Dantès, dirigió su mirada hacia el Norte.
En comparación al Rey de los Cinco Mares Nast, que solo había conocido a Roselle unas pocas veces, había otra persona que conocía al emperador aún mejor: ¡la Reina Mística Bernadette!
Al ser igual a Nast, ¡ella estuvo recientemente en Backlund!
«Cuando regrese a Backlund, haré que la Almirante de las Estrellas se ponga en contacto con la Reina Mística para fijar una reunión conmigo lo antes posible…» Pensó apartando la mirada, luego corrió las cortinas y se fue a la cama.
*** En las aguas del Archipiélago de Rorsted, en el Futuro.
La Almirante de las Estrellas Cattleya finalmente recibió una carta de la Reina Mística Bernadette.
No tenía idea de cuándo llegó el mensajero invisible, pero eso no le impidió revelar su alegría.
Rasgando el sobre y abriendo la carta, Cattleya leyó ansiosamente la primera línea debajo del saludo: “Ciertamente, es descendiente…” «Ese Artesano es realmente descendiente directo del Emperador Roselle…
No puedo permitir que se mezcle con los creyentes de la Luna Primordial.
Tengo que traerlo al Futuro…» Pensó Cattleya, asintiendo levemente.
Tras decidirse, reflexionó sobre el carácter y la moral del Artesano Cielf, sabía que solo significaban problemas.
Sentía que tenía la responsabilidad y el deber de disciplinarlo.
En medio de sus pensamientos, caminó hacia la ventana de su cabina de capitana y miró hacia afuera.
Después de unos segundos de búsqueda, su mirada se posó sobre Frank Lee, quien estaba comiendo hongos.
—Frank —gritó Cattleya con su tono normal.
Frank, con sus mangas enrolladas, se sobresaltó como saliendo de un trance.
—Capitana, ¿Pasa algo?
Cattleya dijo seriamente: —Te conseguiré un asistente para tus experimentos.
Frank se sorprendió antes de revelar una sonrisa radiante.
—¡Muy bien!
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com