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  3. Capítulo 167 - Capítulo 167: Capítulo 167 Una Madre
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Capítulo 167: Capítulo 167 Una Madre

Algo dentro de él se quebró. Estaba siendo atraído hacia ella sin poder evitarlo, instintivamente. Su cuerpo reaccionó al instante, vergonzosamente honesto en su necesidad. Había estado duro todo el día, su miembro como acero, la presión en su bajo vientre casi insoportable. Ninguna cantidad de contención o movimiento podía disminuirla.

Y ahora, con ella en sus brazos, al alcance…

Todas esas palabras cuidadosas se disolvieron en nada.

Addison envolvió sus piernas alrededor de su cintura, su cuerpo respondiendo lenta y peligrosamente a él, justo como aquellas noches. Esa inolvidable noche en que se aparearon por primera vez. «Mierda». El recuerdo por sí solo casi destrozó su control.

Zion sintió a Shura surgir bajo la superficie, su lobo rugiendo, exigiendo marcarla, reclamarla de nuevo. Aquí mismo. Ahora mismo.

Le costó todo, absolutamente todo lo que tenía, no ceder.

Zion rompió el beso, y tanto él como Addison quedaron sin aliento mientras trataban de estabilizarse. Se inclinó hacia ella, presionándola contra la puerta mientras sus manos sostenían firmemente sus caderas, apoyándola mientras ella lo montaba. No pudo evitar frotarse contra ella, marcándola posesivamente con su aroma, como si quisiera que el mundo supiera que le pertenecía. Solo cuando estuvo satisfecho de que su piel llevaba su aroma, finalmente se detuvo.

Bajando la cabeza hacia su cuello, el lugar donde su marca alguna vez estuvo, audaz y prominente, Zion dudó. Ahora, ese espacio estaba vacío, y la visión de ello provocó un dolor silencioso en su pecho. Pero no podía culpar a nadie. La pérdida de esa marca era obra suya, y no tenía a nadie más que a sí mismo a quien responsabilizar.

Enterró su rostro en la curva de su cuello, inhalando profundamente. Esa mezcla familiar de vainilla lechosa y el más leve rastro de canela lo anclaba a la realidad. Ella estaba verdaderamente aquí, cálida, viva y en sus brazos nuevamente. Una lenta y sensual lamida recorrió la suave piel de su cuello, dejando un rastro cálido y húmedo que hizo que Addison temblara y dejara escapar un gemido bajo y entrecortado.

El sonido le provocó un escalofrío por la columna. Incapaz de resistirse, sus colmillos se deslizaron instintivamente, rozando su piel, provocando, sin morder. El contacto íntimo los dejó a ambos temblando con un deseo apenas contenido.

Zion no solo anhelaba el regreso de su marca en su cuello; quería más. Ansiaba enterrarse tan profundamente dentro de ella que nunca olvidaría la sensación de tenerlo. El pensamiento por sí solo hizo que su respiración se volviera más pesada, más caliente, como si necesitara inhalar su esencia misma para mantenerse anclado.

Sus manos se movieron con propósito, deslizándose bajo la tela ajustada de su uniforme oficial. Lentamente, trazó la curva de su torso hasta que su palma alcanzó la redondez de su pecho. En el momento en que sus dedos rozaron su pezón, un temblor lo recorrió. Incapaz de resistirse, le dio un pellizco provocador.

Addison jadeó bruscamente, arqueando su espalda contra la puerta. Su cabeza se inclinó hacia atrás, sus ojos revoloteando cerrados mientras el placer la recorría. La sensación era eléctrica, eufórica, intoxicante y demasiado adictiva. Zion continuó jugando con su sensible punta, acariciándola y haciéndola rodar suavemente entre sus dedos, mientras sus colmillos provocaban la vulnerable piel de su cuello.

Un pulso necesitado se apretó en lo profundo del núcleo de Addison. Se mordió el labio inferior, tratando desesperadamente de contener el calor abrasador que rápidamente consumía sus pensamientos, su respiración, su propia razón.

«¡Oh Diosa, quiero que me follen!»

El pensamiento crudo y desesperado destelló en la mente de Addison como un relámpago, y la sacudió de vuelta a la realidad. En el momento en que lo registró, sus ojos se abrieron de par en par con incredulidad. ¿Realmente había venido de ella? Se sentía primitivo, como si hubiera estado hambrienta de un hombre, y era como algo que su loba podría decir cuando estuviera en calor. Pero su loba estaba sellada. Eso significaba que el pensamiento no había venido de nadie más.

Era suyo.

La realización la golpeó como una bofetada fría. El pánico surgió por sus venas mientras salía de su aturdimiento. Empujó el pecho de Zion, tratando de alejarlo, pero él era inamovible, como una pared de calor y músculo.

Su respiración se entrecortó mientras miraba hacia abajo. Su uniforme ya estaba desarreglado, apenas manteniendo la decencia. Un poco más, y su pecho habría quedado completamente expuesto ante él. Solo eso envió una nueva ola de vergüenza y alarma a través de ella.

—Mierda, nena… tus pechos se han vuelto más redondos, más llenos —murmuró Zion, su voz baja y espesa de deseo—. Solían caber perfectamente en mi mano, pero ahora… son más grandes.

Sus palabras le hacían cosquillas en la piel mientras lamía a lo largo de su mandíbula, viajando lentamente hasta su lóbulo de la oreja. Luego lo atrapó entre sus dientes, mordisqueando de la manera que sabía que la hacía flaquear. Addison se sintió derretir. Sus rodillas se doblaron bajo ella, y sabía que, si Zion no la estuviera sosteniendo, ya estaría en el suelo.

Él recordaba.

Cada punto sensible, cada debilidad que hacía que su cuerpo la traicionara, los recordaba todos. Como si no hubiera pasado el tiempo. Como si su cuerpo todavía fuera suyo.

Zion no solo estaba reaccionando, estaba persuadiendo. En el momento en que sintió su resistencia, no retrocedió. En cambio, usó lo que sabía, tocó su cuerpo como un instrumento que nunca había olvidado cómo afinar, persuadiendo, seduciendo, porque sabía que el cuerpo de Addison no podía mentir, incluso cuando su mente gritaba que no.

Pero sus palabras, su comentario, cayeron como un chapuzón de agua fría.

Sí, sus pechos habían crecido. Él lo notó. Por supuesto que sí.

¿Pero sabía por qué?

Ella sí. Y la verdad se hundió en su pecho como una piedra.

Estaban más llenos porque se había convertido en madre.

Y esa palabra, madre, seguía resonando en su mente como un recordatorio implacable.

Cuanto más tiempo pasaba con Zion, más peligroso se volvía. Él era agudo, observador y emocionalmente sintonizado con ella de maneras que la asustaban. No pasaría mucho tiempo antes de que captara las sutiles pistas, uniendo la verdad de que había sido padre todo este tiempo. De dos niños.

Y eso la aterrorizaba.

Addison sabía que un secreto como este no podía mantenerse oculto para siempre, pero siempre había esperado que cuando saliera a la luz, sería en sus términos, no por accidente. No así.

Para empeorar las cosas, no podía sacudirse la amarga realidad del pasado. Zion había tomado tantas decisiones tontas, se había dejado manipular durante años, y sería ingenua creer que Claire no se había abierto camino en el corazón de la Manada del Río Medianoche durante su ausencia. Claire era todo lo que Addison no era, al menos a sus ojos.

____

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Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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