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Capítulo 203: La primera visita de Ana a Sphere Group (Parte 2)
Ana entrecerró los ojos, sus palabras solo aumentaban su confusión. Cuanto más se adentraban en el edificio, más reverente se volvía la atmósfera. Nadie se atrevía a hablar en voz alta. Cada par de ojos que se posaban en Agustín mostraban respeto. Era como si él fuera dueño del aire en la habitación.
Las preguntas se arremolinaban en su mente. Ana lo miró y abrió la boca. —Agustín…
—No deberíamos llegar tarde a la reunión —la interrumpió mientras la conducía al ascensor.
Llegaron al último piso, y cuando las puertas del ascensor se abrieron, una mujer elegante de unos treinta años los recibió con una sonrisa.
—Buenos días, señor. Bienvenido de nuevo. —Hizo una ligera reverencia antes de volverse hacia Ana—. Hola, señora. Soy Hana, la vicepresidenta de Sphere Group. Es un honor finalmente conocerla. —Extendió su mano hacia ella.
Ana parpadeó sorprendida mientras miraba su mano. ¿Por qué la vicepresidenta de una empresa tan grande le hablaba con tanto respeto? Ella solo era una pequeña secretaria de Agustín. Sonrió incómodamente mientras estrechaba su mano.
—Espero que su primera experiencia en nuestra sede sea agradable —dijo Hana.
Ana logró asentir, pero sus pensamientos corrían acelerados.
Hana se volvió hacia Agustín. —He recibido las instrucciones. La reunión será programada tan pronto como él se ponga en contacto con nosotros.
Agustín asintió, sabiendo que ella hablaba de Denis. —Hmm —murmuró suavemente—. Confío en que cerrarás el trato a nuestro favor.
—Quédese tranquilo, señor. Todo saldrá según lo planeado.
Ana los observaba con curiosidad, su confusión aumentando.
¿Por qué la vicepresidenta hablaba como si Agustín fuera alguien de rango mucho más alto? Lo miró de reojo, pero él solo colocó una mano en la parte baja de su espalda, con expresión tranquila y serena.
Hana se adelantó y abrió la puerta de una oficina imponente.
Ana se quedó inmóvil al darse cuenta de que era la oficina del presidente.
—El interior de su oficina ha sido cambiado según sus preferencias —continuó Hana, indicándoles que entraran—. Por favor, échele un vistazo.
Los ojos de Ana se agrandaron. —¿Su… oficina? —exclamó.
Hana sonrió. —Por supuesto. Esta es la oficina del presidente.
Ana inhaló bruscamente. Se volvió hacia Agustín. —Espera… ¿esta es tu oficina?
Él la miró, su sonrisa transformándose en algo más tierno. —Te dije… —Le apartó el cabello suavemente—. Que lo descubrirías pronto.
—¿Qué quieres decir? —Ana parpadeó, atónita, su corazón latiendo fuertemente en sus oídos—. ¿Quieres decir que… ¡tú eres el presidente!
Él se inclinó y susurró en su oído:
—Sí, mi querida esposa. Tu marido es el misterioso presidente, Sr. Bennet.
Ana se quedó sin palabras mientras miraba boquiabierta al hombre que creía ya conocer, solo para descubrir que era mucho más poderoso de lo que jamás había imaginado.
Agustín la condujo dentro y cerró la puerta tras ellos. Examinó la habitación, con un brillo de satisfacción en sus ojos.
Este no era el espacio sencillo y empresarial que solía conocer. En cambio, el espacio irradiaba calidez, poder y lujo. Ventanales del suelo al techo enmarcaban una amplia vista de la ciudad, la luz del sol se filtraba a través de cortinas transparentes. Las paredes eran de madera oscura con toques dorados y arte moderno.
En el centro se alzaba un gran escritorio de roble oscuro con adornos dorados—parecía un trono.
A un lado, un suave sofá de terciopelo verde esmeralda frente a una chimenea de mármol que brillaba suavemente. Una elegante licorera de cristal llena de licor dorado descansaba cerca. Altas estanterías llenas de libros clásicos y artefactos raros.
Agustín dio un paso lento y deliberado hacia adelante, sus ojos escaneando cada detalle con silenciosa apreciación. Una sonrisa complacida tocó sus labios.
—Hice remodelar la oficina porque pensé que apreciarías un espacio que se sintiera cálido y acogedor —dijo Agustín mientras se volvía hacia Ana—. ¿Te gusta?
Pero Ana no respondió.
Permaneció inmóvil cerca del escritorio, sus ojos fijos en la placa que descansaba orgullosamente en su centro. «Augustine Bennet — Presidente, Sphere Group.»
Las palabras le devolvían la mirada como un trueno.
Su rostro estaba pálido de incredulidad, los labios ligeramente entreabiertos mientras la verdad la golpeaba como una ola. El hombre que había estado bromeando con ella toda la mañana era el hombre más rico del mundo.
Agustín caminó hacia ella en silencio, extendiendo la mano y dándole un ligero toque en el hombro.
—¿Ana?
Ella parpadeó lentamente y se volvió para mirarlo, todavía aturdida. Su voz salió como un susurro apagado, lleno de incredulidad.
—¿Eres… Augustine Bennet? ¿El presidente y fundador de Sphere Group? —Sus ojos escudriñaron su rostro como si esperara estar equivocada—. ¿Eres el misterioso presidente, el mismo hombre que Johnson dijo que era uno de los más ricos del planeta?
Agustín asintió con calma.
Ana retrocedió un paso tambaleándose, su mano volando para cubrirse la boca. La habitación giró ligeramente. Sus pensamientos volvieron a la subasta, donde el misterioso Sr. Bennet había asombrado a todos al pujar millones por el colgante azul en forma de corazón.
Ella había estado convencida de que el colgante que tenía era simplemente una réplica, un gesto ostentoso de Agustín tratando de impresionarla. Pero ahora sabía la verdad. Ese hombre… ese postor anónimo y poderoso… había sido su marido todo el tiempo.
El colgante no era falso. Él no era un empleado de bajo rango en Sphere Group. Era el presidente, el fundador, el hombre en la cima de todo.
Su voz tembló con una mezcla de dolor y enojo. —¿Por qué ocultaste tu verdadera identidad de mí? ¿Por qué no me dijiste quién eras realmente?
—Mantuve mi identidad oculta porque todavía tengo asuntos pendientes con Gabriel y Denis —explicó sinceramente—. Pero nunca quise mentirte. Intenté decírtelo… ¿recuerdas? Te dije que era el jefe. También intenté explicarte lo del colgante…
Los pensamientos de Ana volvieron a esa conversación. Sí—él lo había intentado. Le había dicho que el colgante era real, que no estaba mintiendo. Pero ella no había escuchado. Pensó que él solo estaba celoso, tratando de competir con el rico y misterioso Sr. Bennet.
Su corazón se retorció. Qué tonta había sido.
Si tan solo hubiera confiado en él entonces, si tan solo hubiera prestado atención… La verdad había estado frente a ella todo el tiempo.
Agustín dio un paso más cerca, sus manos envolviendo cuidadosamente las de Ana. —Sé que oculté quién era realmente al principio —admitió en voz baja—. Pero a medida que pasaba más tiempo contigo, la culpa creció. No podía seguir mintiendo. Por eso te traje aquí, para mostrarte todo, para presentarte al verdadero yo.
Sus ojos buscaron los de ella, intensos y vulnerables. —¿Entrarás en mi mundo, Ana?
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