- Inicio
- Casada con el Hermano de Mi Ex, Renacida Milagrosamente
- Capítulo 189 - Capítulo 189: El abuso
Capítulo 189: El abuso
Ana captó el fuego que aún brillaba en sus ojos y rió suavemente. —¿Tan impaciente? —le provocó—. ¿No puedes esperar hasta la noche? —La pesadez en su corazón se alivió.
Un gruñido retumbó en su garganta. —No me provoques.
Con un destello juguetón en sus ojos, ella se apartó. —Todavía tengo trabajo que terminar —dijo con coquetería—. Tendrás que esperar un poco más.
Se dio la vuelta para irse, pero antes de que pudiera dar un paso completo, los brazos de Agustín la rodearon por detrás, atrayéndola firmemente contra su pecho.
—No te vayas —susurró como si temiera que ella se escapara en el momento en que la soltara.
Ana sonrió, encantada por su muestra de necesidad. —Tienes que dejarme ir —dijo, girándose en sus brazos para mirarlo—. Terminaré las cosas rápidamente, saldré temprano y haré las maletas para el viaje. Y si eres paciente, te recompensaré. —Sus ojos brillaron con picardía.
—¿Qué tipo de recompensa? —se interesó.
—Es una sorpresa —susurró, poniéndose de puntillas para plantar un rápido beso en sus labios.
Cuando Agustín extendió los brazos para sujetarla de nuevo, Ana giró y corrió hacia la puerta, lanzando una sonrisa coqueta por encima del hombro. Sus brazos quedaron suspendidos en el aire, detenidos por su repentina partida. Se quedó allí, viéndola desaparecer con una mirada de divertida rendición.
La tensión en su pecho se desvaneció.
—Está bien —murmuró, con el corazón más ligero—. Esperaré.
~~~~~~~~~
Lorie permaneció inmóvil en la cocina, su mente enredada en el recuerdo del misterioso hombre que había conocido.
«¿Podría Ana realmente provenir de una familia adinerada?», susurró para sí misma, tratando de darle sentido a todo. La idea parecía descabellada.
—No —murmuró, sacudiendo la cabeza—. Una familia rica no abandonaría a su hijo… Debe haber sido una madre soltera con dificultades. Tal vez no tenía medios para criar a un niño.
Asintió para sí misma, perdida en su teoría.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que no notó el humo que salía de la sartén hasta que una voz áspera la sacó de su trance.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —El rugido de Robert cortó la casa como un látigo—. ¿Has quemado la maldita comida otra vez?
Lorie se dio la vuelta, repentinamente consciente de las verduras ennegrecidas que chisporroteaban en la sartén y el olor acre que llenaba el aire. Se apresuró a apagar la estufa, pero ya era demasiado tarde.
Antes de que pudiera reaccionar, una bofetada cruzó su mejilla.
Aturdida, se volvió hacia él, y llegó otro golpe, más fuerte esta vez. La hizo tambalearse hacia atrás contra la encimera de la cocina. Su mano golpeó accidentalmente la olla de pasta que se remojaba en agua caliente.
La olla se inclinó, derramando líquido hirviendo sobre sus pies.
—¡Aah! —gritó, alejándose de un salto por el dolor.
—No puedes ni manejar una simple tarea —escupió Robert, agarrándola por el pelo y tirando de ella hacia él—. Te dije que mis amigos vendrían. Pero no te importa. Nunca lo hace. Te enseñaré una lección.
Con una mirada retorcida en sus ojos, la empujó al suelo. En un rápido movimiento, se desabrochó el cinturón, el cuero silbando mientras se deslizaba por las trabillas.
—No, por favor, espera —suplicó Lorie, levantando ambas manos en defensa.
Pero su súplica llegó demasiado tarde. El cinturón crujió en el aire y la golpeó, un agudo dolor floreciendo en su piel. Robert no se detuvo. Arremetió una y otra vez, cada golpe más duro que el anterior.
Lorie cayó al suelo, encogiéndose sobre sí misma, con los brazos envueltos sobre su cabeza. —Por favor, para, para —sollozó, con la voz temblorosa—. Tus amigos vendrán pronto… ¿realmente quieres que vean esto? ¿Ver cómo maltratas a tu esposa?
Sus palabras atravesaron la niebla de rabia, haciendo que Robert se congelara. Su pecho subía y bajaba pesadamente con cada respiración, el cinturón colgando de su puño apretado.
Lorie bajó lentamente los brazos y lo miró con ojos empapados de lágrimas. —Por favor… solo escucha —suplicó—. ¿Realmente quieres que entren y descubran que estás golpeando a tu esposa?
Los ojos de Robert se oscurecieron. La furia solo se intensificó. Agarró el cinturón con más fuerza. —¿Así que ahora me estás amenazando? —gruñó.
Ella negó rápidamente con la cabeza, temblando. —No. No lo estoy. Solo estoy tratando de proteger tu imagen. Imagina la vergüenza si notan los moretones en mí.
Robert se quedó quieto por un momento, el cinturón aún agarrado en su mano, sus ojos taladrando a Lorie. Pensó cuidadosamente. No podía permitirse la vergüenza, no frente a sus amigos.
Dejó escapar un suspiro brusco y sonrió con desprecio. —Más te vale no estropearlo de nuevo.
—Cocinaré de nuevo —dijo Lorie rápidamente—. Por favor… no te enfades.
Su rostro se torció en desprecio. Le apuntó con un dedo. —Un error más, y lo lamentarás. No te dejaré escapar la próxima vez.
Con eso, salió furioso de la cocina.
Lorie dejó escapar un pesado suspiro, sus hombros hundiéndose mientras trataba de calmar su acelerado corazón. Un sonido silencioso y dolorido escapó de sus labios—su cuerpo palpitaba en protesta con cada respiración, y la quemadura en su pie ardía como fuego lamiendo su piel.
Se frotó los brazos, que temblaban por el shock y el dolor. Mirando hacia abajo, hizo una mueca ante las manchas rojas, enfurecidas y con ampollas donde el agua hirviendo había salpicado.
Nuevas lágrimas le picaron los ojos, pero se negó a dejarlas caer. Apretó la mandíbula, tragándose el dolor.
—No puedo seguir así —susurró—. Tengo que liberarme de Robert.
Sus pensamientos se desviaron hacia el misterioso hombre que había conocido en el hospital. Ese hombre parecía adinerado. Era su oportunidad. Si le hacía creer que Ana era a quien había estado buscando, le pagaría suficiente dinero para reembolsar a Robert.
—Necesito ese colgante.
¿Y Ana?
Lorie creía que tendría la oportunidad de vengarse de ella. Sus labios se curvaron con amargura mientras el resentimiento surgía en su interior.
—Tú eres la razón por la que estoy atrapada en este infierno. Mientras yo sufro, tú estás ahí fuera, disfrutando de una vida de lujo. —Los ojos de Lorie se oscurecieron con silenciosa determinación—. No te perdonaré por esto.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com