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Capítulo 175: Tania expuesta (Parte 1)

—Ella tiene razón. ¿Por qué alguien fingiría un embarazo? No tiene sentido. Tania es la víctima aquí. Ese hombre ya admitió que Ana le pagó. ¿No es eso prueba suficiente? Y ahora, convenientemente, Ana muestra un video. Es sospechoso —rápidamente salió Jeanne en defensa de Tania.

La multitud se miró entre sí, atrapada en una tormenta de confusión.

—No estoy fingiendo nada —gritó Ana, temblando de ira e incredulidad, manteniéndose firme—. Ese video es real. Ella ha estado mintiendo desde el principio, y ahora la verdad está saliendo a la luz.

—Cálmate —dijo Agustín, colocando una mano tranquilizadora sobre el hombro de Ana. Sus ojos recorrieron la multitud que se reunía, su tono volviéndose afilado—. Ya que todos parecen ansiosos por acusar a mi esposa esta noche, no me culpen por sacar la verdad frente a todos. Planeaba manejar esto discretamente, pero no me han dejado otra opción.

En realidad, Agustín había estado esperando este preciso momento para exponer cada mentira, para aplastar el engaño de Tania y para desacreditar públicamente a la familia Beaumont.

Señaló directamente a Tania.

—Mírenla. Si realmente hubiera tenido un aborto espontáneo hace unos momentos, ¿cómo está de pie sin ninguna señal de angustia?

Todas las miradas cayeron sobre Tania, estudiándola con escepticismo.

—¿No la estábamos viendo todos gritar de agonía en el suelo hace poco? —insistió Agustín.

La tez de Tania se volvió aún más pálida. Su cuerpo se tensó bajo el peso de la sospecha, luego, en un torpe intento por recuperar la simpatía, se agarró el estómago nuevamente y hizo una mueca como si el dolor hubiera regresado.

—Estoy con dolor —afirmó sin aliento—. Pero no podía quedarme sentada y dejar que Ana arruinara mi reputación. Me está acusando falsamente.

—¿Acusación falsa? —repitió Agustín con una risa fría—. Tienes mucho descaro.

Con un movimiento de sus dedos, dio una orden silenciosa.

Gustave se adelantó entre la multitud, llevando una carpeta delgada en sus manos. Se la pasó a Agustín sin decir palabra.

—Aquí está la prueba. Tania no está embarazada —declaró Agustín sosteniendo el archivo en alto.

Sacó un montón de informes médicos y los empujó contra el pecho de Denis.

Denis tomó los documentos con expresión grave. Su ceño se frunció mientras hojeaba las páginas. Un silencio atónito cayó sobre la habitación.

Los ojos de Agustín se dirigieron bruscamente hacia Jeanne y Gabriel mientras comenzaba a hablar con devastadora claridad.

—El hombre en el video con Tania es Enzo. Se conocen desde la infancia. Sus caminos se separaron cuando la familia de Enzo se mudó al extranjero, pero el destino los reunió hace unos años cuando Tania viajó al exterior.

Luego dirigió su atención a Tania.

—Su antigua pasión se reavivó. Ella ha estado en una relación con Enzo durante los últimos tres años. Durante ese tiempo, quedó embarazada dos veces, pero abortó en ambas ocasiones.

La atmósfera se tensó mientras los invitados intercambiaban miradas atónitas, tratando de asimilar el alcance de lo que se estaba desarrollando. Lo que había comenzado como un accidente con una lámpara de araña caída se había desentrañado rápidamente en una escandalosa exposición de secretos, traición y manipulación.

—¿Qué? —jadeó Jeanne con incredulidad. Se volvió bruscamente hacia Denis—. ¿Es esto cierto?

Denis permaneció inmóvil, su expresión en blanco. Parecía completamente desconcertado, atrapado entre el peso de la evidencia contundente y los lazos emocionales en los que creía poder confiar.

—Yo… no lo sé —murmuró.

Gabriel, furioso y exigiendo respuestas, arrancó los documentos de las manos de Denis y hojeó las páginas. Sus ojos escanearon los informes. La verdad le devolvió la mirada en letra fría e innegable. Cada palabra que Agustín había dicho estaba respaldada por esos documentos.

Agustín asestó otro golpe.

—Debido a esos abortos, ahora enfrenta complicaciones. Está teniendo dificultades para concebir. Está sometida a un tratamiento de infertilidad.

Hizo un gesto hacia los informes que Gabriel sostenía.

—Encontrarán todo documentado en esas páginas.

El rostro de Gabriel se endureció con cada línea que leía. La máscara que Tania había usado durante tanto tiempo estaba destrozada.

El pánico se apoderó de Tania cuando vio el ceño cada vez más fruncido de Gabriel. Su corazón latía salvajemente. ¿Cómo había descubierto Agustín todo?

Había enterrado esos secretos con precisión despiadada, pagado al médico para que guardara silencio y borrado todo rastro. Sin embargo, su mentira cuidadosamente elaborada se deshilachaba por las costuras, frente a todos.

La desesperación retorció sus rasgos mientras arremetía, elevando la voz en acusación.

—Estás mintiendo. Estos son informes falsos. Siempre me has odiado —sus ojos se movieron de Agustín a Ana, salvajes y desquiciados—. Quieres arruinarme, destruir mi relación con Denis. Admítelo. Siempre has tenido tus ojos puestos en él, siempre coqueteando, siempre persiguiendo lo que no puedes tener. Pero él me eligió a mí. Por eso estás haciendo esto.

Se aferró al brazo de Denis con dedos temblorosos.

—Denis, por favor… Me conoces. Sabes lo insegura y celosa que es Ana. Lo has visto todo. Esto es obra suya. No confíes en ella.

El rostro de Ana se tensó de furia.

—¿Todavía lo niegas? ¿Incluso ahora? ¿Hasta dónde vas a caer? —se volvió hacia la multitud—. Bien. Que el médico la examine. La verdad hablará por sí misma.

En ese momento, el mayordomo se adelantó con un tono tranquilo y mesurado.

—El médico de la familia está aquí.

Las cabezas se giraron cuando el familiar médico de mediana edad entró en la habitación.

La sangre de Tania se heló. Había pensado que Denis había llamado al médico al que ella había sobornado. Lo había estado esperando, esperando que respaldara sus narrativas. Pero no había esperado que apareciera el médico de confianza de los Beaumonts.

Su compostura se desmoronó. Miró a Agustín y lo vio sonriendo con suficiencia. Inmediatamente supo que él había orquestado esto.

Mientras el médico avanzaba, Tania instintivamente retrocedió, con pánico brillando en sus ojos. —No. No dejaré que se me acerque. Mi médico está en camino. Él explicará todo.

—¿Por qué el miedo repentino? —dio un paso adelante Ana, su voz afilada con acusación—. ¿Tienes miedo de que exponga tus mentiras en el segundo en que te toque?

—Basta de tonterías —espetó Tania, su tono frenético.

Pero era demasiado tarde. La paciencia de Denis se quebró. Su voz retumbó por la habitación. —Entonces deja que te examine. —Arrancó su brazo de su agarre y la miró con acusaciones y sospecha—. Si no tienes nada que ocultar, ¿por qué tienes tanto miedo?

Tania permaneció inmóvil, su máscara resbalando, sus mentiras tambaleándose al borde del colapso. Su garganta se tensó y sus rodillas se debilitaron bajo el peso de la exposición.

No le quedaba defensa, ninguna mentira lo suficientemente fuerte para cubrir la verdad. Se giró ligeramente, sus instintos instándola a huir, pero Denis agarró su brazo con fuerza y la jaló de vuelta.

—Doctor, adelante —ordenó sombríamente, manteniéndola en su lugar.

La habitación cayó en un silencio espeluznante mientras el médico se adelantaba y tomaba la muñeca de Tania, comprobando su pulso con tranquila concentración. Todos los ojos estaban fijos en él, esperando, observando con tensa anticipación.

Después de lo que pareció una eternidad, el médico declaró:

—Ella no está embarazada. Y no ha habido ningún aborto espontáneo.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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