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  2. Casada con el Hermano de Mi Ex, Renacida Milagrosamente
  3. Capítulo 121 - 121 Megan no es mi prometida
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121: Megan no es mi prometida.

121: Megan no es mi prometida.

La mandíbula de Agustín se tensó y relajó en rápida sucesión, la tormenta en sus ojos revelando la batalla que se libraba en su interior.

Un recuerdo de su conversación con su abuelo emergió.

Los Beaumonts tenían influencia sobre toda la ciudad—todos lo sabían.

Si querían que algo se hiciera, las puertas se abrían sin cuestionar.

De repente tenía sentido cómo Megan había conseguido el puesto tan rápido.

No se trataba de mérito.

Se trataba de conexiones.

Se volvió hacia Ana, con desesperación grabada en cada línea de su rostro.

—Ana, por favor créeme.

No tuve nada que ver con que Megan se uniera a la empresa.

Ella no es mi prometida.

Ya le dejé claro al Abuelo—solo tengo una mujer en mi corazón, y esa eres tú.

Su voz se quebró ligeramente.

—Te llevaré a la mansión familiar.

Quiero que lo conozcas y recibas su bendición como mi esposa.

Nadie—ni siquiera él puede decidir mi futuro por mí.

Los muros que ella había creado a su alrededor comenzaron a temblar ante la sinceridad de sus palabras.

—¿Realmente me estás diciendo la verdad?

—susurró, su voz ya no afilada, sino insegura.

Agustín acunó su rostro, su pulgar limpiando una lágrima persistente.

—Sí.

Dime qué hacer para recuperar tu confianza.

Haré cualquier cosa—solo no me alejes.

Ana no se apartó esta vez.

Simplemente lo miró, con el corazón desgarrado pero ablandándose, sintiendo la verdad en su tacto.

Todas sus dudas persistentes se disolvieron como la niebla bajo la luz del sol.

La tormenta de sospechas que había nublado su corazón dio paso a una calma certeza—él no estaba mintiendo.

Había arriesgado su vida para sacarla del peligro.

Ese tipo de devoción no podía fingirse.

Sus acciones ya habían demostrado su amor.

Sin embargo, ella apartó la cara con un pequeño y terco puchero, fingiendo indiferencia.

El pánico destelló en sus facciones.

—¿Todavía dudas de mí?

—No, pero sigo molesta.

Todo en la oficina hoy…

Fue demasiado.

Los rumores, las miradas horribles, las sonrisas burlonas de Megan—y tú no estabas allí.

Desapareciste todo el día.

Agustín sintió una punzada de culpa en su corazón.

Inmediatamente la envolvió con sus brazos, sosteniéndola fuertemente contra su pecho.

—Lo siento.

Tienes razón.

Debería haber estado allí para ti.

Pero lo arreglaré.

Me encargaré de cada persona que te haya hecho daño.

Nadie se mete con mi esposa y sale ileso.

Ana se relajó contra él, su mejilla descansando sobre su pecho.

En su calidez, sintió la seguridad que una vez temió haber perdido.

Él seguía siendo suyo.

Nunca había dejado de ser suyo.

En el ático de Denis…

Cuando Denis entró en su apartamento, lo último que esperaba era encontrar a su madre sentada en su sala de estar, esperándolo.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¡Mamá!

¿Qué haces aquí?

—preguntó, parpadeando con incredulidad—.

¿Cuándo llegaste?

Jeanne tomó un sorbo lento de su café y dejó la taza.

—He estado aquí por un tiempo —dijo fríamente—.

Como no nos has visitado estos días, pensé en venir a buscarte yo misma.

Sus ojos vagaron por el lugar, buscando señales de otra presencia.

—Supuse que tu novia se estaba quedando aquí.

¿Dónde está?

¿Salió a algún lado?

¿Novia?

La palabra resonó en la cabeza de Denis como una bofetada.

La miró fijamente, frunciendo el ceño.

—Espera…

¿te refieres a Tania?

La mirada aguda de Jeanne se estrechó.

—¿Quién más?

¿Hay otra mujer que debería conocer?

Denis se frotó la sien, completamente desconcertado.

—Simplemente no estaba preparado para esa pregunta…

Su voz se volvió acerada.

—La gente está hablando, Denis.

Todos preguntan por ti y Tania.

Se preguntan cuándo será la boda.

Si vas en serio con ella, ¿por qué no la has presentado a la familia?

¿Por qué has mantenido en secreto a ella—y al bebé?

Denis sintió que el suelo se movía bajo sus pies, su pulso acelerándose.

—Tú…

¿sabes sobre el embarazo?

—respiró, atónito—.

¿Quién te lo dijo?

¿Fue Tania?

—Sí —respondió Jeanne con frialdad—.

Ahora dime—¿por qué no nos lo dijiste tú mismo?

—¡Mamá!

—Denis se dejó caer a su lado.

Su habitual calma había desaparecido, reemplazada por un borde frenético que impregnaba cada palabra—.

No voy en serio con Tania.

El bebé—no fue planeado.

No estoy listo para nada de esto, ni para un hijo, ni para el matrimonio.

Los ojos de Jeanne eran duros como piedras, su tono más frío que la escarcha.

—Deberías haber pensado en eso antes de dejarla embarazada.

Ella lleva al heredero de esta familia.

Ese niño importa.

Y estés listo o no, tu padre y yo esperamos que asumas la responsabilidad.

Queremos que te cases con ella.

¿Matrimonio?

La palabra lo golpeó como un golpe en el pecho.

Su pulso retumbaba en sus oídos, y su garganta se secó.

—No —murmuró, sacudiendo la cabeza—.

Yo…

no puedo.

No estoy listo para el matrimonio.

Para Denis, el matrimonio era una jaula.

Una cadena alrededor de su cuello que destrozaría cada pizca de libertad que apreciaba.

Además, casarse con Tania destruiría completamente su plan secreto para recuperar a Ana.

Sus pensamientos se dispararon.

Había asumido que sus padres manejarían la situación con Tania y el embarazo discretamente, especialmente después de verlos juntos en la subasta.

Nunca en sus pensamientos más locos imaginó que lo presionarían para casarse con ella.

¿No le había instado su padre a perseguir a Megan?

Megan tenía estatus, influencia—todo lo que la familia admiraba.

¿Y ahora lo empujaban hacia Tania, una actriz en apuros de origen mediocre?

¿Qué había cambiado?

No tenía sentido.

Cuando estaba con Ana, todavía recordaba el desprecio de su madre—cómo lo había regañado y le había dicho que se distanciara de Ana.

En ese entonces, ella había dejado claro que la familia Beaumont nunca aceptaría a alguien de orígenes humildes.

Sin embargo, ¿ahora aceptaban a Tania?

Denis no podía evitar preguntarse si Tania los había manipulado de alguna manera—usado algún truco astuto para volver la situación a su favor.

Apretó los puños, con frustración burbujeando bajo su piel.

Sus pensamientos giraban fuera de control.

La confusión y la incredulidad lo carcomían.

No podía entenderlo.

—Mamá, por favor —suplicó Denis, agarrando sus manos con fuerza y desesperación—.

No quiero casarme.

Pero Jeanne permaneció impasible.

Sus ojos brillaron con férrea determinación mientras apartaba sus manos.

—Quieras o no, te casarás con ella —dijo bruscamente—.

Ese niño lleva sangre Beaumont.

No nacerá fuera del matrimonio.

La boda es el próximo mes.

Y este fin de semana, la llevaremos a conocer a tu abuelo.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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