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  2. Casada con el Hermano de Mi Ex, Renacida Milagrosamente
  3. Capítulo 120 - 120 Solo estás jugando con mis sentimientos
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120: Solo estás jugando con mis sentimientos.

120: Solo estás jugando con mis sentimientos.

Los brazos de Agustín temblaban ligeramente mientras la abrazaba.

Un suspiro entrecortado escapó de sus labios.

—Gracias a Dios que estás bien…

Me asustaste de muerte.

Ana no respondió —su cuerpo aún estaba rígido por el shock, su mente tratando de procesar lo que acababa de suceder.

La escena seguía repitiéndose una y otra vez en su cabeza.

—¿Cuánto tiempo planeas quedarte encima de mí?

—Agustín dejó escapar una risa baja y burlona—.

Me duele, ¿sabes?

Eso la hizo reaccionar un poco.

—¡L-Lo siento!

—tartamudeó, quitándose rápidamente de encima.

Extendió la mano para ayudarlo, pero él hizo una mueca de dolor y se agarró el brazo.

—¿Estás herido?

—preguntó ella, con el corazón encogido—.

¿Dónde?

Déjame ver, por favor.

Sus manos flotaban a su alrededor, insegura de si tocar o alejarse.

En ese momento, Gustave se apresuró hacia ellos, con el rostro pálido de preocupación.

—¡Señor!

¿Está bien?

—Su mirada se movió entre Agustín y Ana—.

¿Debería llevarlo al hospital?

—No —respondió Agustín con firmeza, sus ojos moviéndose hacia el coche destrozado calle abajo.

Se había estrellado contra la barrera de piedra al costado de la carretera—.

Revisa el coche.

Consigue toda la información sobre el conductor.

Quiero un informe completo.

—Sí, señor —dijo Gustave con un asentimiento—.

Ya está bajo custodia.

Conseguiré los detalles.

Por ahora, permítame llevarlo a casa.

Agustín se volvió hacia Ana, tomando suavemente su mano.

—Vamos a casa.

—La condujo hasta el coche y la ayudó a entrar.

Ella no se resistió—todavía conmocionada, se dejó guiar.

Una vez que ambos estuvieron sentados, Gustave se deslizó en el asiento del conductor y se alejó de la caótica escena.

Mientras el coche rodaba por las calles, Agustín miró a Ana, con profunda preocupación grabada en sus ojos.

—¿Cómo pudiste ser tan descuidada al cruzar la calle?

¿Ni siquiera pensaste en mirar alrededor?

¡Cualquier cosa podría haber pasado!

Sus cejas se fruncieron mientras el recuerdo del accidente de su vida pasada cruzaba por su mente—su coche golpeando a Ana, arrebatándole la vida en un instante.

La imagen de Ana tendida inmóvil en el charco de sangre hizo que su pecho se apretara dolorosamente.

Solo imaginar perderla de nuevo hacía que su sangre se helara.

Los labios de Ana formaron un puchero mientras las crueles acusaciones de Megan se repetían en su cabeza.

—No estaba prestando atención —murmuró—.

Pero no necesitabas arriesgarte por mí.

Puedo cuidarme sola.

—Se dio la vuelta, cruzando los brazos firmemente sobre su pecho.

Agustín parpadeó, sorprendido por su tono frío.

Había esperado gratitud—al menos preocupación por su lesión—pero en cambio, ella estaba distante, indiferente.

Su mirada se detuvo en ella.

«¿Es por los rumores?», se preguntó.

Sus facciones se suavizaron.

Extendió la mano y la atrajo hacia su pecho, rodeándola suavemente con un brazo.

—Lo siento —murmuró en su cabello—.

No quise regañarte.

Solo…

estaba aterrorizado.

Si ese coche te hubiera golpeado…

habría perdido la cabeza.

La cabeza de Ana permaneció contra su pecho por un latido más, sus emociones luchando dentro de ella.

Luego se apartó bruscamente.

—No actúes como si te importara —espetó—.

Solo estás jugando con mis sentimientos.

Se liberó de sus brazos, alejándose de él, su mirada afilada como una cuchilla, dejando a Agustín aturdido y dolido.

La frente de Agustín se arrugó en confusión e incredulidad.

—¿Qué estás diciendo?

—Agarró su brazo, obligándola a mirarlo—.

Eres mi esposa, Ana.

La mujer que amo.

¿Cómo puedes pensar que jugaría con tus sentimientos?

Los ojos de Ana se encendieron, con desafío y dolor ardiendo en ellos.

—¿En serio?

—siseó—.

¿Entonces por qué estás planeando casarte con Megan?

Las palabras golpearon a Agustín como un trueno.

Sus ojos se abrieron de asombro y, por un momento, se quedó sin palabras.

—Tú…

¿sabes sobre Megan?

Gustave miró nerviosamente por el espejo retrovisor, captando la atmósfera cargada que crepitaba como una tormenta en gestación en el asiento trasero.

Rápidamente desvió la mirada, sintiendo que las cosas estaban a punto de explotar entre ellos.

La sorprendida confirmación fue todo lo que Ana necesitaba.

Su corazón se hundió como una piedra en aguas profundas.

«Así que es cierto», pensó.

«Ha estado planeando esto todo el tiempo—fingiendo amarme mientras planea un futuro con otra».

Su expresión se torció de dolor y traición.

—¿Realmente pensaste que podrías ocultármelo?

¿Mentirme?

—Las lágrimas se acumularon en sus ojos, su voz temblando de furia—.

¿Por quién me tomas?

¿Por una tonta?

—No, Ana—no es lo que piensas —intentó, alcanzándola de nuevo.

Pero ella retrocedió, esquivando sus manos.

—Escuché que los ancianos están hablando de ello —dijo con amargura—.

Tu abuelo quiere que te cases con Megan, ¿no es así?

—Ana, por favor solo escucha…

—suplicó, sus manos encontrando sus hombros esta vez, sus ojos implorando.

—Contéstame —gritó—.

¿Sí o no?

Su silencio duró demasiado.

—Sí, pero…

—Dijiste que sí…

—repitió, con una risa teñida de desesperación escapando de sus labios.

Las lágrimas rodaban libremente por sus mejillas—.

Así que estás comprometido con ella…

¿mientras sigues casado conmigo?

—No estoy comprometido con ella —estalló Agustín, su voz elevándose en frustración y dolor.

Su voz fuerte resonó por todo el coche.

Gustave agarró el volante con fuerza, su respiración volviéndose superficial.

Desesperadamente quería intervenir, decir algo que pudiera aliviar la tensión, pero temía ofender a Agustín.

Se contuvo, tratando de mantener los ojos en la carretera.

—Ana…

—El tono de Agustín se suavizó mientras tomaba suavemente sus manos entre las suyas.

No le permitió retirarse esta vez—.

Sí, es cierto que el Abuelo quiere que me case con Megan.

Pero le dije firmemente que ya estoy casado.

Que te amo.

No me casaré con Megan.

Tienes que creerme.

La emoción cruda y la sinceridad de su voz tocaron algo profundo en Ana.

Por un momento, su corazón endurecido comenzó a derretirse.

Sin embargo, el dolor aún se aferraba a ella como una sombra.

No podía bajar la guardia.

—Si esa es la verdad —preguntó fríamente—, entonces ¿por qué Megan anda por ahí llamándose a sí misma tu prometida?

Las cejas de Agustín se alzaron con incredulidad.

—¿Tú…

hablaste con Megan?

—Oh, no actúes sorprendido —Ana puso los ojos en blanco, apartando sus manos—.

No me digas que no sabías que la han contratado como gerente general de la empresa.

—¿Gerente general?

—Agustín se volvió bruscamente hacia Gustave—.

¿Por qué no fui informado de esto?

Gustave tragó saliva y encontró la mirada de su jefe en el espejo retrovisor.

—Yo…

La nueva gerente general se presentó hoy, pero no revisé el perfil completo.

No sabía que era Megan Granet…

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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