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  3. Capítulo 111 - 111 ¿Un premio gordo
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111: ¿Un premio gordo?

111: ¿Un premio gordo?

Jeanne permaneció inmóvil, las palabras que había estado guardando todo el día ahora atascadas en su garganta, su corazón más pesado que antes.

Sus puños apretados a los costados mientras luchaba por mantener sus emociones bajo control.

Más de treinta años de matrimonio—y sin embargo Gabriel seguía siendo el mismo.

Frío.

Distante.

Impasible ante cualquier cosa que le importara a ella.

—No te llamé para una sorpresa de cena —dijo con tensión.

Sus ojos brillaban, pero se negó a dejar caer las lágrimas—.

Tengo algo serio que decirte.

Algo sobre Denis.

Al mencionar el nombre de su hijo, Gabriel se detuvo en seco.

Su ceja se levantó, afilada con sospecha.

—¿Denis?

Jeanne asintió y controló su respiración, preparándose para su reacción.

—Fui a ver a Tania—la actriz.

Está embarazada.

De Denis.

Gabriel se tensó.

—¿Qué?

—ladró, como si la palabra le hubiera golpeado—.

¿Embarazada?

—Lo está —confirmó Jeanne sombríamente.

Dio un paso adelante y tomó un documento de la mesa.

Extendiéndolo, añadió:
— Aquí está el informe.

Es real.

Y ella no tiene intención de interrumpir el embarazo.

Gabriel le arrebató el papel de las manos, sus ojos escaneando el contenido.

Mientras asimilaba la confirmación, sus cejas se fruncieron profundamente.

—Intenté ofrecerle dinero —continuó Jeanne—.

Pensé que aceptaría el dinero y se marcharía.

Pero se negó.

Afirmó que ama a Denis…

dijo que quiere casarse con él.

—Se burló, sus labios torciéndose con desdén—.

Incluso amenazó con hacerlo público si intentamos separarlos.

Está decidida a abrirse paso a la fuerza.

Hizo una pausa, observando la reacción de su marido.

—No quería actuar precipitadamente.

Por eso esperé—por ti.

Necesitamos hablar con Denis antes de que esto explote.

Gabriel no dijo una palabra.

Permaneció allí, rígido, mirando fijamente el informe en sus manos.

Sus ojos brillaban con algo oscuro.

La conmoción inicial había pasado, reemplazada por una intensidad fría y calculadora.

Su mandíbula se tensó mientras recordaba el acalorado intercambio que había tenido con su padre, esas palabras aún resonando en su mente: «Las acciones pasarán a la próxima generación—a mis bisnietos».

Y ahora, el destino le había entregado un arma.

Este niño por nacer, tan inesperado como era, podría cambiarlo todo.

Agustín, aún soltero, no tenía un heredero legítimo.

Pero Denis estaba a punto de convertirse en padre.

Su nieto sería el primogénito de la próxima generación.

Una lenta y malvada sonrisa se dibujó en el rostro de Gabriel.

Ni siquiera notó a Jeanne observándolo, su expresión transformándose de preocupación a pura molestia.

—Estoy hablando de un escándalo que podría destruirlo todo —¿y tú sonríes?

—espetó.

La sonrisa de Gabriel se ensanchó.

—Esto no es un desastre, Jeanne.

Es un premio gordo.

Ella parpadeó, atónita.

—¿Un premio gordo?

—repitió, insegura de si estaba escuchando bien—.

¿Has perdido la cabeza?

Él se acercó, colocando ambas manos firmemente sobre sus hombros, sus ojos iluminados con un renovado propósito.

—Mi querida esposa, eres demasiado ingenua.

Este niño es nuestra llave.

El primogénito heredero de los Beaumont.

Eso conlleva poder.

Con este niño, ganamos ventaja sobre Agustín.

Papá dijo que las acciones irán a la futura generación —este es el futuro.

Mi legado.

Jeanne lo miró fijamente, horrorizada por la rapidez con que había convertido la situación en una estrategia.

Había acudido a él en busca de apoyo, de orientación sobre cómo deshacerse de la amenaza llamada Tania, y en su lugar lo encontró tramando como un hombre hambriento de conquista.

Jeanne pensó que ya no lo reconocía.

Durante años, Gabriel había caminado con la nariz en alto, despreciando a cualquiera que no cumpliera con sus imposibles estándares—especialmente a aquellos sin pedigrí o estatus.

Y ahora, aquí estaba, hablando casi con reverencia sobre el hijo por nacer de una actriz de tercera categoría.

Sacudió ligeramente la cabeza, todavía tratando de asimilar su repentino cambio de tono.

—¿Ya…

ya no tienes problema con esa actriz?

—preguntó con incredulidad—.

¿Estás considerando realmente aceptarla como la esposa de Denis?

La expresión de Gabriel se endureció.

—No me importa quién sea la madre —dijo con gélido desapego—.

La mujer es irrelevante.

Su mano se movió mientras golpeaba ligeramente el informe de la ecografía.

—Lo que importa es el niño.

Ese bebé es el futuro de esta familia—y nuestra llave para todo.

Los labios de Jeanne se entreabrieron en un silencio atónito mientras lo escuchaba continuar.

—Mi padre lo dejó claro—su legado, sus acciones, irán a la próxima generación.

Este niño será el primogénito de esa generación.

Eso hace que este bebé sea invaluable.

La miró, sus ojos brillando con una intención despiadada.

—Una vez que el niño nazca y sea legalmente reconocido, nos ocuparemos de esa actriz.

No será un problema.

Una sonrisa oscura y satisfecha tiró de los labios de Gabriel mientras su mente se adelantaba.

Ya podía imaginarlo—las acciones de su padre, el imperio familiar, todo cayendo en sus manos.

Agustín seguía soltero, y aunque lograra asegurar a la chica Granet, sería demasiado tarde.

Gabriel estaba decidido a asegurarse de que Agustín nunca tuviera la oportunidad de ponerse al día.

Una vez que el hijo de Denis naciera y asegurara su posición como heredero, Agustín quedaría fuera del panorama para siempre.

En su mente, el resultado ya estaba decidido.

Él era el legítimo heredero del legado Beaumont.

La propiedad, el negocio, la influencia—todo le pertenecía.

Este niño, nacido por conveniencia, era simplemente un peldaño para reclamar lo que era suyo.

Jeanne permaneció clavada en su sitio, su mente aún nebulosa por la incredulidad.

No había anticipado esta reacción—esta escalofriante compostura y despiadada estrategia.

Entonces, la voz de Gabriel cortó el pesado silencio, devolviéndola al momento.

—Me has traído maravillosas noticias esta noche.

Estoy de humor generoso.

Llama a Denis y dile que traiga a esa mujer a la cena familiar este fin de semana.

Jeanne parpadeó, su corazón saltándose un latido.

—¿Quieres…

que ella venga a la cena?

—Sí —dijo sin vacilar—.

Papá también ha invitado a Agustín.

El momento perfecto.

Quiero anunciar el compromiso de Denis—hacerlo oficial frente a todos.

Jeanne tragó con dificultad, el temor enroscándose en su pecho.

Sus instintos gritaban que este era un juego peligroso que Gabriel estaba jugando.

En el fondo, no podía sacudirse la inquietud que Tania había despertado en ella.

Esa mujer era demasiado calculadora, demasiado ansiosa por aferrarse a Denis.

No era amor—era ambición, pura y simple.

Jeanne lo había sentido desde el momento en que se conocieron.

Pero también sabía que Gabriel no la escucharía y que haría lo que quisiera.

—La invitaré a la cena —murmuró a regañadientes, las palabras sabiendo amargas—.

Pero sigo sin confiar en ella.

Está detrás de la riqueza de esta familia…

parece demasiado codiciosa.

Gabriel dejó escapar una risita baja, avanzando y rodeando sus hombros con un brazo en un gesto burlonamente tierno.

—Mi dulce e ingenua Jeanne —murmuró—.

¿Realmente crees que Denis la ama?

Es mi hijo—nunca consideraría seriamente casarse con alguien así.

Ella es solo un capricho pasajero.

Le apartó el cabello suavemente, su voz suave y persuasiva.

—Pero el bebé es un Beaumont.

Ese niño importa.

Ese niño es nuestro futuro.

El cuerpo de Jeanne permaneció tenso, su mente aún dando vueltas, pero las palabras de Gabriel comenzaban a calmar la tormenta en su interior.

—No te preocupes —murmuró mientras su mano se deslizaba por su brazo—.

Cuando llegue el momento adecuado, nos ocuparemos de ella.

Discretamente.

No formará parte de esta familia.

Solo entonces Jeanne finalmente suspiró aliviada.

Sus hombros se relajaron.

Una leve sonrisa jugó en las comisuras de sus labios mientras se apoyaba en su abrazo.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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