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- Capítulo 101 - 101 Primer día de trabajo
101: Primer día de trabajo 101: Primer día de trabajo Ana entró en la oficina elegante y de concepto abierto con una mezcla de anticipación y nervios.
Su corazón latía un poco más rápido —era su primer día, y este no era cualquier puesto.
Liderar un proyecto importante venía con presión, y un solo error podría descarrilar todo.
Pero se propuso trabajar duro.
No iba a dejar que la duda se interpusiera en su camino.
Mientras caminaba hacia su escritorio, vio algunas caras familiares del día de la entrevista.
Antes de que pudiera decir algo, una voz alegre la llamó.
—¡Oye!
Eres la nueva líder del proyecto, ¿verdad?
Ana vio a una mujer acercándose con una sonrisa brillante y un paso seguro.
—Soy Lili —dijo, extendiendo su mano—.
Bienvenida a bordo.
Ana sonrió y estrechó su mano calurosamente.
—Gracias, Lili.
Soy Ana.
Encantada de conocerte.
—Tienes la energía más amable —dijo Lili con una risa—.
Tenemos suerte de tenerte liderando el equipo.
En ese momento, otra mujer se unió a ellas.
Tenía una presencia tranquila y una mirada observadora.
—Hola Ana, soy Rosa —dijo—.
Recuerdo haberte visto en la entrevista.
También escuché que solías trabajar con el Grupo Beaumont, ¿verdad?
—Sí, es correcto —respondió Ana con un asentimiento—.
Estuve con ellos durante más de cuatro años y trabajé estrechamente en este proyecto.
—Ya veo.
—Las cejas de Rosa se elevaron ligeramente—.
Eso tiene sentido.
No es de extrañar que te contrataran como líder.
Tienes una experiencia sólida.
Ana dio una pequeña sonrisa confiada.
—Gracias.
Espero traer esa experiencia aquí y hacer de este proyecto un éxito.
—Honestamente, es tranquilizador —intervino Lili—.
Hemos tenido líderes antes que apenas sabían lo que estaba pasando.
Es bueno saber que tenemos a alguien que ya ha recorrido el camino.
—Eso significa mucho —dijo Ana, mirando hacia los otros escritorios a su alrededor.
Algunas cabezas más se habían girado hacia su conversación, con rostros curiosos y acogedores.
—Estoy emocionada de trabajar con todos ustedes —añadió, con un tono cálido pero profesional—.
Por lo que he oído, el equipo es fuerte y entusiasta.
Eso es exactamente lo que necesitamos.
¿Por qué no nos sentamos todos?
Les explicaré la visión general del proyecto y cómo serán las próximas semanas.
El pequeño grupo se reunió cerca de su escritorio, acercando sillas mientras Ana abría su portátil y comenzaba a delinear la visión general del proyecto con claridad y propósito.
Abrió el archivo del proyecto en su portátil y comenzó a guiarlos a través de los detalles.
Su voz era firme y clara, describiendo el alcance, los objetivos, los plazos y los hitos clave.
Hubo asentimientos, algunas preguntas y algunos garabatos en cuadernos.
Ana manejó cada pregunta con facilidad, su confianza creciendo con cada minuto que pasaba.
—Este proyecto es ambicioso —dijo, mirando alrededor del círculo—, pero creo que con la coordinación y mentalidad adecuadas, podemos alcanzar cada hito.
Una vez terminada la visión general, cambió de enfoque y comenzó a asignar responsabilidades.
—Lili, me gustaría que te encargaras de la comunicación con el cliente y la documentación.
Tienes una gran manera con las palabras, y es crucial para mantener todo alineado.
—Entendido —dijo Lili con un asentimiento.
—Rosa, tú liderarás el equipo de desarrollo backend.
He leído tu perfil—tienes la profundidad técnica que necesitamos para hacer bien esa parte.
Rosa sonrió.
—Reto aceptado.
Continuó, asignando roles a los demás, asegurándose de que todos tuvieran una pieza del rompecabezas que fueran capaces de manejar y que les entusiasmara.
Nadie quedó excluido.
—Fomento la comunicación abierta —añadió Ana—.
Si encuentran algún obstáculo, discútanlo primero con su grupo inmediato.
Pero si necesitan orientación, mi puerta siempre está abierta.
Después de que todo fue distribuido, Ana miró alrededor del equipo y dijo:
—Sé que somos nuevos trabajando juntos, pero tengo un buen presentimiento sobre esto.
Si nos mantenemos agudos y nos apoyamos mutuamente, podemos absolutamente lograrlo.
Su energía era contagiosa, y una chispa de emoción se encendió en la sala.
—Demos lo mejor de nosotros —declaró—.
Sé que podemos hacer que esto suceda.
Hagámoslo.
“””
Un vítore estalló del equipo, voces elevándose al unísono.
—Sí, hagámoslo.
La mirada de Ana recorrió su equipo, y por primera vez en mucho tiempo, sintió algo agitarse dentro de ella—orgullo y un tranquilo sentido de pertenencia.
Las sonrisas, la disposición, la energía en la sala—todo era tan diferente de lo que había conocido antes.
Esto era lo que se suponía que debía sentirse el trabajo en equipo.
En su antiguo trabajo, las cosas habían sido diferentes—agotadoras, unilaterales.
Su mente involuntariamente se desvió hacia Denis.
No importaba cuánto trabajara, no importaba cuán tarde se quedara o cuán perfectamente ejecutara cada plan, todo lo que recibía a cambio eran críticas, palabras duras, miradas frías y tonos despectivos.
Había hecho todo lo que podía, tratando de demostrarse a sí misma, pensando que tal vez él diría algo amable.
Un simple «buen trabajo» habría significado el mundo.
Pero Denis nunca le dio ni siquiera eso.
Solo silencio.
Solo más presión.
Y aun así, ella siguió adelante como una tonta, aferrándose a la esperanza de que hubiera algo humano detrás de su dureza, que tal vez él la veía.
Ahora, sentada entre su nuevo equipo—personas que la respetaban desde el primer día—Ana sintió la punzada del arrepentimiento.
¿Cómo pudo haber sido tan ciega?
¿Cómo pudo haberse permitido creer que ese hombre se preocupaba, aunque fuera un poco?
Su sonrisa se desvaneció por un momento, solo ligeramente, antes de que se diera cuenta y se enderezara.
Ese capítulo había terminado.
Este era un nuevo comienzo, y no iba a desperdiciarlo mirando hacia atrás.
Ya no más.
Ana volvió a concentrarse en su portátil, sus dedos bailando sobre el teclado mientras revisaba las notas del proyecto.
Justo entonces, su teléfono vibró a su lado.
Miró la pantalla y vio el nombre de Agustín aparecer.
Las comisuras de sus labios se curvaron en una suave sonrisa.
Abriendo el mensaje, leyó: «¿Cómo te está yendo?
¿Es duro tu primer día de trabajo?»
Su corazón se calentó.
Sin perder un segundo más, escribió: «Estoy realmente emocionada.
Los miembros del equipo son solidarios.
Me siento a gusto».
Agustín se recostó en su silla, sonriendo mientras leía su respuesta.
Estaba feliz de saber que Ana se estaba adaptando bien.
“””
Respondió:
—Me alegra saberlo.
Si algo te da problemas, házmelo saber de inmediato.
Te cubro las espaldas.
La respuesta fue instantánea.
—Mi querido esposo.
Sé que eres atento, y me encanta que te preocupes.
Pero puedo arreglármelas sola.
No te estreses.
Mantendré la cabeza baja y me mantendré alejada de cualquier lío.
Agustín se rió.
Admiraba su fortaleza —era una de las muchas razones por las que la amaba.
No solo era capaz.
Era inquebrantable.
La sonrisa aún permanecía en el rostro de Agustín mientras releía su mensaje, con el pulgar listo para escribir una respuesta.
Pero justo entonces, un golpe en la puerta interrumpió su concentración.
Dejó el teléfono a un lado.
—Adelante —llamó.
Lorie entró.
El rostro de Agustín se oscureció en el momento en que la vio.
Su irritación brilló en sus ojos.
Su presencia le molestaba.
Aunque cada fibra de su ser quería despedirla inmediatamente, se contuvo —necesitaba una razón válida, no solo instinto.
—Hola, señor —dijo ella dulcemente, caminando hacia el escritorio—.
He preparado el informe que solicitó.
—Colocó el archivo ordenadamente frente a él.
Agustín lo abrió.
Mientras sus ojos escaneaban las páginas, su expresión se agrió.
Una mirada afilada siguió.
—¿Qué se supone que es esto?
—gruñó—.
¿A esto le llamas un informe?
Con un movimiento de su muñeca, arrojó el archivo hacia ella.
Se deslizó del borde del escritorio y aterrizó cerca de sus pies.
Lorie jadeó, instintivamente dando un paso atrás.
Sus ojos bajaron al archivo, sus manos tapando su boca.
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