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Capítulo 650: Su instinto maternal se activó
Día Setenta y Uno…
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Después de un tiempo, Nathan y Jane discretamente recogieron su ropa esparcida por el suelo, volviendo a ponerse sus respectivas prendas. Mantuvieron un aire de compostura, como si el apasionado momento entre ellos nunca hubiera ocurrido.
Una vez vestidos, se encontraron uno al lado del otro, sentados en un silencio cómodo que no llevaba ningún rastro de incomodidad. Nathan se encargó de servir la comida y las bebidas frías que había pedido para ellos previamente.
Mientras cenaban juntos, la atmósfera entre ellos era una mezcla de momentos compartidos y sentimientos no expresados. Nathan y Jane se encontraron en un estado contemplativo, sus pensamientos entrelazados con preguntas sobre la verdadera naturaleza de su relación.
Cada bocado de la comida parecía simbolizar las capas de complejidad que los rodeaban, dejando espacio para preguntas persistentes y emociones inexploradas. Reflexionaron en silencio sobre el territorio desconocido en el que se habían adentrado, preguntándose ambos si el encuentro íntimo había cambiado la dinámica entre ellos.
Sus ojos se encontraron brevemente, y en ese intercambio vieron un reflejo de su incertidumbre compartida.
—¿Cuál era la verdadera situación entre ellos ahora?
La curiosidad de Jane prevaleció y no pudo resistir más el impulso de romper el silencio que se había asentado entre ellos. Su voz, suave pero llena de una intensidad inquisitiva, finalmente rompió la quietud.
—Nate —comenzó, con los ojos fijos en los de él—, ¿estás planeando usarme como un consuelo, especialmente ahora que mi hermana se va a casar con Dave?
Su pregunta quedó flotando en el aire, una inquisición cargada de peso que exigía la honestidad absoluta de Nathan y una visión clara de su complicada situación.
Nathan no se apresuró a responder, en su lugar, se tomó un momento para examinar cuidadosamente sus propias emociones. Sabía que necesitaba ser honesto consigo mismo y con Jane sobre dónde se encontraba. La incertidumbre revoloteaba dentro de él, mientras luchaba con la complejidad de sus sentimientos.
En la pausa silenciosa que siguió, consideró la conexión innegable que acababan de compartir, una conexión que había dejado una marca duradera en él. No podía negar que no se arrepentía de su encuentro íntimo anterior. Había sido un momento apasionado y genuino, y lo más importante, no tenía nada que ver con Abigail ni con ningún sentimiento de celos hacia Dave.
Con una mirada contemplativa fija en Jane, habló suavemente pero con sinceridad:
—Jane, quiero que sepas que lo que pasó entre nosotros no fue impulsado por ninguna intención de usarte como un consuelo. Mis sentimientos por ti son independientes de cualquier cosa relacionada con Abigail. No puedo explicar los sentimientos que tengo hacia ti, pero estoy seguro de que no son un reemplazo para nadie más.
Jane se encontró momentáneamente sin palabras, sus pensamientos girando mientras absorbía la respuesta inicial de Nathan. Era mucho que asimilar, y ella apreciaba su franqueza. Mientras luchaba por encontrar palabras, Nathan continuó, decidido a transmitir la profundidad de sus sentimientos y pensamientos.
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—No sé exactamente cuándo comenzó… pero últimamente… —Nathan se detuvo, aparentemente dudoso de revelar sus siguientes palabras.
—¿Qué? —Jane instó, con su curiosidad despertada, sus ojos fijos en los de él con una mezcla de anticipación y preocupación. Quería entender qué estaba pasando por su mente en ese momento, instándolo a confiar en ella.
Sin embargo, Nathan se rascó la cara, un hábito nervioso, y desvió la mirada. Chasqueó la lengua, claramente avergonzado por la confesión que estaba a punto de hacer. Su vulnerabilidad era evidente, haciendo aún más importante que encontrara las palabras adecuadas para transmitir lo que estaba sintiendo.
—Vamos, Nate. No me dejes colgando —se quejó Jane. Ya no podía contener su curiosidad y le dio un codazo juguetón en el hombro a Nathan, animándolo a compartir lo que había estado dudando en decir.
Nathan soltó un suspiro de derrota antes de admitir:
—Lo que estaba tratando de decir es que… últimamente, he estado luchando con los celos. Me pasa cada vez que te veo con otro hombre, especialmente con Stephen y Vicente.
El peso de su confesión se quedó suspendido en el aire, y él encontró la mirada sorprendida de Jane, sus ojos revelando la profundidad de sus emociones. Fue una revelación que dejó al descubierto las complejidades de su relación, y la admisión de Nathan los dejó a ambos en un momento de silencio contemplativo mientras enfrentaban la nueva consciencia de sus sentimientos.
Estaban en medio de su conversación contemplativa cuando el tono del teléfono de Nathan interrumpió el momento. Nathan rápidamente se disculpó, reconociendo la llamada como proveniente de la Mansión Sparks, y se apartó para responderla.
Con un tono de cautelosa preocupación, contestó el teléfono e inquirió:
—¿Hola? ¿Qué sucede?
El Mayordomo Li, su leal y dedicado administrador del hogar, transmitió urgentemente las angustiosas noticias desde el otro extremo de la línea:
—¡Maestro! ¡El joven maestro Ethan no se siente bien! Está en un dolor insoportable. Le llamo para informarle que lo estamos llevando al hospital.
La preocupación se dibujó en el rostro de Nathan mientras absorbía la gravedad de la situación. Su voz llevaba un sentido de urgencia mientras respondía:
—Dime el hospital. Estoy en camino.
La preocupación por su hijo, Ethan, era evidente en cada palabra que pronunciaba, y estaba preparado para partir de inmediato hacia su ubicación actual.
Notando el repentino cambio en la expresión y el comportamiento de Nathan, Jane se puso de pie de un salto y tomó gentilmente su brazo. Sus ojos estaban llenos de preocupación, reflejando la inquietud esculpida en el rostro de Nathan.
—¿Qué pasó? ¿Quién está en el hospital? —Jane preguntó con urgencia, su voz cargada de aprensión. Había escuchado la mención del hospital durante la conversación telefónica de Nathan, y su instinto inmediato fue ofrecer su apoyo y ayuda de cualquier forma posible.
La voz de Nathan tembló de preocupación mientras compartía las angustiosas noticias con Jane:
—Ethan… no está bien. El Mayordomo Li lo está llevando al hospital —le informó, sus palabras pesadas por la ansiedad.
Al escuchar el nombre de Ethan, el corazón de Jane se hundió, apoderándose de ella un profundo sentido de preocupación y un instinto protector maternal. Sin dudar, tomó firmemente el brazo de Nathan, su determinación evidente en su agarre mientras lo instaba:
—¡Vamos! Necesito ver a Ethan. —Su instinto maternal había entrado en acción, y estaba decidida a estar al lado del joven en su momento de necesidad.
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